Monica Fissore y su esposo Svevo Mondino tienen listas dos habitaciones para los turistas que quieran pasar unos días en Santa Teresa de Cóbano de Puntarenas.
Quien allí se hospede tendrá a su disposición las comodidades de un hogar: baño, cocina, cuarto de lavado, Internet, un patio con hamacas y anfitriones para orientarse. El costo de la habitación simple es de $23 y la doble $40.
Fissore es parte de la comunidad de Airbnb, un mercado comunitario en la nube, en el que la gente publica y reserva alojamientos alrededor del mundo. Para ello, hay que registrarse, tiene reglas estrictas para viajeros y anfitriones y se aporta un porcentaje del alquiler.
El costo del hospedaje suele ser menor que el mercado tradicional y se puede acceder (a la aplicación) desde una computadora o un teléfono móvil.
Al igual que Fissore, un gran cantidad de propietarios en Costa Rica se registran para ofrecer el servicio. Bajo el criterio de búsqueda Costa Rica, había más de 1.000 anuncios en Airbnb.
Esta compañía en línea fue fundada por tres emprendedores en la ciudad de San Francisco ( EE. UU.), en el 2008. Hoy está presente en 190 países, más de 34.000 ciudades y registra más de 800.000 anuncios.
“Llegamos hace un año y medio. En setiembre del 2013, encontramos una casita muy linda para alquilar, pero estaba un poco cara. Un amigo tico nos habló de Airbnb. Él puso un anuncio para alquilar su apartamento”, explicó Fissore.
La residente, de origen italiano, cuenta que vieron en el mercado virtual una manera de compartir con gente de otras partes del mundo, aunque reconoce que representa un ingreso adicional para su familia.
A su casa han llegado turistas de Canadá, EE. UU., Alemania, Holanda, Francia, Inglaterra, India, Bélgica, Australia, España y Brasil.
Modalidad. Airbnb es de la llamada economía participativa, que supone el retorno a un mercado más básico y social. La idea es que el contacto directo entre particulares elimine la intermediación.
Este tipo de mercados es una zona gris, puesto que trabajan fuera de la estructura tributaria y de cargas sociales.
En la oferta de hospedaje también hay otros sitios como Couchsurfing. En el área gastronómica existe el sitio en la nube Meetmeals, que permite a una persona preparar una cena y a comensales interesados asistir. Y en la zona del turismo se halla Sherpandipit, que es una web de actividades alternativas ofrecidas por personas locales.
Jordi Torres, director de Airbnb para Latinoamérica, explicó que los fundadores vieron una oportunidad para cambiar la forma en que la gente viaja. “La idea surgió de un simple problema matemático: cómo podían conseguir dinero para pagar el alquiler. Luego empezaron a pensar qué más podían aportarles a los huéspedes”, dijo.
Según datos de la empresa, 550.000 casas se ofrecen en ciudades de todo el mundo. Un 82% de los anfitriones comparten solo la vivienda donde habitan.
Torres destacó que la firma, junto con otras ideas de la economía participativa, ha creado una nueva ola de microemprendedores.
En Barcelona (España), un estudio de la compañía concluyó que Airbnb generó $175 millones en la actividad económica en un año.
Empero, el mercado comunitario de hospedaje ha creado polémica en ciudades como Nueva York y la misma Barcelona, al existir fuera de las obligaciones que debe cumplir la industria tradicional.
Gustavo Araya, presidente de la Cámara Costarricense de Hoteles (CCH), considera que los mercados virtuales de hospedaje generan competencia desleal para la industria hotelera tradicional. “Entre el 25% y 30% son impuestos, patentes, la Caja Costarricense de Seguros Social y las pólizas”, expresó.
Desde hace dos años, este gremio y la Cámara Nacional de Turismo (Canatur) solicitaron la intervención del Instituto de Turismo (ICT) y el Ministerio de Hacienda para combatir estas prácticas.