No me gusta la palabra administrar. Me suena a hacer que las cosas sigan como están. La palabra gestionar me gusta más. Está emparentada con agente, agenda, gerencia y gesta. Es una palabra más dinámica. Está más cargada de energía, alude a movimiento, a cambio, a llevar las cosas más allá de donde están.
Un reloj de pulsera no necesita gestión. Hace lo que se espera que haga, sin nuestra intervención. Una huerta también; pero sí necesita gestión: agua, agroquímicos, limpiarla de malezas. Un automóvil produce movimiento sin la intervención del chofer. Esta se necesita para darle dirección y elegir la velocidad.
Una empresa, una carrera universitaria, un movimiento comunal, el Poder Ejecutivo, sí necesitan gestión. De sí mismos lo que producen es caos. Los objetivos solo se logran cuando una persona o un equipo les agregan gestión.
Para gestionar bien, hay que conocer la estructura y el funcionamiento del ente de acción, de igual forma que el buen médico conoce la anatomía y la fisiología del paciente.
Gestionar es aplicar la acción humana de manera ordenada a una estructura socio-técnica. Esta estructura es específica de cada tipo de ente de acción. Es diferente una panadería a una fábrica de zapatos. Una carrera de Arquitectura a una de Filosofía.
Y ¿qué es gestionar? Me parece que los ingredientes de la receta son estos: tener un sueño que entusiasme y que sea factible. Traducir ese sueño en objetivos, tomando en cuenta circunstancias externas y condiciones internas. Diseñar las actividades con las cuales alcanzar esos objetivos. Acopiar recursos. Establecer automatismos para que ocurra lo deseable. Aplicar el liderazgo y la dirección para que vaya ocurriendo eso deseable. Realizar acciones que hagan más y más sostenible al ente de acción y lo mejoren.
Eso lo saben algunos administradores y lo ignoran otros. Lo saben todos los buenos gerentes. También algunos políticos en posiciones de mando y otros lo ignoran. Creo que lo saben todas las amas de casa y todos los ingenieros de construcción.
La civilización, lo que la humanidad ha construido, no lo ha sido por personas expertas en mercadeo, finanzas o administración, sino por personas que conocen y practican estos principios de acción humana eficaz.