Usted reconoce los errores del IDA. ¿Ya están superados?
La intervención de la Contraloría hace tres años fue demoledora. En el IDA no quedó piedra sobre piedra y empezó un calvario: primero, para aceptar que la Contraloría tuvo razón en su intervención; segundo, para reconocer que se habían tomado decisiones políticas erróneas; tercero, para asumir con gallardía las causas abiertas contra funcionarios, algunos de los cuales han sido despedidos, sancionados o han renunciado; y cuarto, para entender que la institución en algunos campos había perdido su rumbo.
¿En qué casos se perdió el rumbo del IDA?
Le cito uno concreto. Una institución que en un momento de su existencia, en una decisión política impropia, aceptó dar tierras a funcionarios en el proceso de liquidación de sus derechos laborales debía ser cuestionada; una institución en la que se dieron cadenas de tráfico de influencias en beneficio de parientes de funcionarios que no calificaban, debía aceptar una revisión y cirugía mayor. Y una institución que, de alguna manera, se consumió en la crisis general del sector agropecuario se vio obligada a reencontrar sus reservas fundacionales para relanzarse.
¿Cómo está hoy el IDA?
Hoy el IDA es una entidad mucho más ordenada, que sigue abonando a las cuentas de la Contraloría General de la República en materia de rendición de cuentas, pues aún no se ha hecho todo lo necesario.