Estamos configurando a futuro una población dividida en tres grupos. Primero, quienes prácticamente no tienen educación formal. Luego, quienes tienen educación formal mediocre. Y finalmente, quienes tienen educación formal de calidad.
El impacto de tener una educación formal mediocre o de calidad, podría generar mayores brechas según la edad de los aprendientes. Algunos afirman que crea más ventajas tener una buena estimulación en los primeros tres años de vida, que tenerla en los últimos tres años de colegio. Estamos ante dos desafíos: atacar las causas de las deficiencias en la capacidad de aprendizaje y atenuar la huella futura de esas deficiencias en el aprendizaje posterior.
Las brechas de aprendizaje se convierten en brechas de desarrollo. Que un niño no logre aprender el teorema de Pitágoras, no es tan sensible socialmente como que no logre desarrollar la capacidad de contribuir a la buena convivencia.
Tenemos hoy dos piezas de conocimiento que no teníamos hace pocas décadas. En primer lugar, la neuroplasticidad nos señala que los aprendizajes o sus deficiencias no son fatalmente fijos, sino que siempre es posible, independientemente de la edad, modificar los conocimientos adquiridos y que ricas interconexiones neuronales hacen posible que aprendizajes en unas áreas modifiquen o predispongan el aprendizaje en otras áreas.
La otra pieza importante de nuevo conocimiento, es la neuroeducación, la cual plantea razones neurológicas para que determinadas prácticas educativas sean más o menos eficaces.
Eso nos podría llevar a considerar la posibilidad de hacer un esfuerzo especial por focalizar el énfasis no en la enseñanza, como mayormente ha sido la tónica, sino en el aprendizaje.
Si con fundamento en la neuroplasticidad y en la neurociencia desplegáramos una cruzada nacional por mejorar las destrezas y el gusto por el aprendizaje en todos los niveles, podríamos reducir la brecha creciente que se avizora.
Es hora de un jubileo, de un año o varios años, en que restemos atención a los conocimientos y la pongamos en las destrezas. En que nos preocupemos más por cómo aprendemos y menos por cuánto sabemos. No de cualquier manera, sino reclutando la mejor experiencia del mundo sobre neuroeducación.