Me abruman las listas de valores que se anotan como parte de la estrategia de algunas entidades. Me parece que según se alarga la lista, se atenúan los valores.
De una persona esperamos que sea íntegra. No es necesario detallar los 17 rasgos que componen ese valor.
La Segunda Guerra Mundial produjo líderes democráticos como Churchill, Roosevelt, Adenauer, de Gasperi.
España tuvo que esperar decenios para que emergiera Adolfo Suárez. A su muerte, el panegírico de la prensa española deja la sensación de que sus valores cardinales fueron la seriedad y la valentía.
En un mes estaremos inaugurando nuevos equipos de gobierno y legislación.
Mucho ganará el país si son serios y valientes.
No se le puede exigir a nadie genialidad, ni siquiera inteligencia, pero sí se debe exigir seriedad.
Seriedad para mantener una alerta y detectar retos. No solo los vigentes, sino para detectar los que todavía no han madurado pero que demandan preparar desde ahora la acción.
Seriedad para reconocer las limitaciones y dar la bienvenida a la ayuda.
Para tener la disciplina de ejercer los puestos con la convicción de que son un servicio al pueblo.
Para sentir que durante cuatro años, tienen que saber desentrañar lo que significa el concepto de bien común y plasmarlo en las acciones cotidianas.
Valentía para no posponer por el así llamado cálculo político, el encuentro cara a cara con los asuntos que ya no aguantan más posposición.
Para saber comprarse pleitos.
Para no barrer debajo de la alfombra.
Para reconocer que gobernar desde la zona de confort solo producirá los mismos resultados, mientras el cambio de las circunstancias, hace necesario que se gobierne desde el borde de la silla, con la sensación de que el país que innova primero lleva las de ganar, hasta que todos imiten su innovación.
Seriedad para entender las cosas bien.
Valentía para decir la verdad.
El país se transformará si los gobernantes dan el ejemplo y los habitantes nos dejamos los dientes imitándolos.