Generalmente, hay varias formas de alcanzar un objetivo. Si queremos eliminar el problema de que en ciertas regiones hay inopia de maestros, porque son inseguras (por inundaciones o deslizamientos, insalubridad, etc.), una forma de hacerlo es otorgar un sobresueldo a los servidores que acepten laborar ahí. Pero ese no es el fin del análisis (ver La Nación, 13 de julio, p. 4).
Se puede considerar establecer un seguro especial para garantizar al servidor que, en caso de que uno de los riesgos apuntados se actualizara –es decir, se convirtiera en un siniestro que lo perjudicara–, se le otorgaría una compensación económica. Convendría valorar si las primas de seguro que se pagarían por tales coberturas son menores que el costo de los sobresueldos.
Hay otros temas dignos de análisis. Si el maestro tiene un sobresueldo porque la zona es de riesgo, por ejemplo, por la existencia del zancudo Aedes aegypti , ¿tendrá interés en que la población aplique las medidas de combate de la plaga? Si ha aceptado el sobresueldo y ocupado su plaza en la zona, es porque considera que dicho monto extra más que compensa el riesgo de la enfermedad; o sea, apuesta a tener una ganancia, la cual provendría de evitar la enfermedad y cobrar el plus.
Empero, si contribuyera a eliminar la enfermedad, estaría actuando en contra de su propio beneficio. Se diría, entonces, que el incentivo del sobresueldo es perverso, ya que desalinea los intereses del educador, con respecto a los comunitarios.
Imaginamos al educador regocijándose del último asalto en el vecindario, que hace que la zona siga manteniendo su estatus de insegura, o bien pidiendo “que llueva, que llueva la Virgen de la cueva”, para que un desbordamiento permita renovar al poblado su condición de inundable.
A veces, el pensamiento lineal nos lleva a la ineficiencia, y el pensamiento crítico nos permite descubrir falencias en el razonamiento. ¿Podría Recursos Humanos del MEP dar soluciones como ejemplo digno de ser imitado por los maestros, que quieren enseñar a pensar a sus alumnos?