Cuenta Ortega de un grupo de fieles de un gurú, quienes, en su camino espiritual, decidieron subir a la montaña que habitaba, a preguntarle dónde reside la sabiduría.
Inician y transitan el penoso camino montaña arriba. Varios días de marcha. Varias noches durmiendo en el campo. Muchas esperanzas de que ese sacrificio se viera correspondido con una respuesta iluminante de parte del gurú. Piensan que la respuesta del gurú acortará su búsqueda y podrán regresar a sus vidas con una gran claridad sobre hacia dónde dirigir sus esfuerzos de perfeccionamiento.
La búsqueda que fielmente han realizado durante buena parte de sus vidas, les ha deparado grandes progresos y esclarecimientos, pero sienten que siguen siendo peregrinos y que aún no llegan a donde sus ansias espirituales esperan llegar.
Por eso, las dificultades del camino no hacen sino acicatearlos para continuar, en la esperanza de que el gurú les acorte años de búsqueda con una respuesta iluminada.
Y así lo encuentran. Él, sumido en meditaciones. Silencioso. Frugal. Simple. Ellos jubilosos, con la sensación de que la espera llega a su fin. “Maestro, hemos venido a que nos respondas dónde reside la sabiduría”. Él, silencioso, simple, inmóvil. Y de nuevo: “Queremos que nos digas tú, oh, sabio, dónde reside la sabiduría”. Él, sobrio, silencioso.
Ellos ahí. Expectantes. Temerosos de importunar. Pero inquietos porque la respuesta no brota de los labios del maestro. Debemos esperar por respuesta tan valiosa. Y esperan. Expectantes y ansiosos.
Y pasa un día. Y pasa su noche. Y otro día y otra noche. Él, silencioso. Ellos, ansiosos. “Maestro, hemos venido de lejos en busca de ese tesoro que solo tú puedes darnos. ¿Dónde reside la sabiduría?”. Él, silencioso. Y, al partir con las manos vacías, como viático para el camino, él habla: “Ya os he dado la respuesta: la sabiduría reside en el silencio”.
Cuando Jesús confronta a quienes querían ajusticiar a la adúltera, no les da una clase magistral sobre la diferencia entre justicia y legalidad. Les dice un par de frases, y luego, silencioso, escribe –¿qué?– en el suelo.
Busquemos en los silencios de esta semana. Quizá encontremos.