En un principio, convertirse en una empresa amigable con el ambiente es más caro que no serlo.
La productora de atún y sardinas Sardimar, por ejemplo, invirtió $7 millones en una planta de tratamiento de aguas en Puntarenas y calcula que tardará 70 años para recuperar la inversión total.
Entonces, ¿qué impulsa a las compañías a ser verdes? La rentabilidad que se consigue, especialmente en el largo plazo, es la principal razón.
La planta de Sardimar genera 113 toneladas métricas de biogás al año, lo cual le permitirá ahorrar electricidad e incluso la futura venta de bonos de carbono.
“No se sufragará el costo total, pero la producción de biogás dará una entrada de dinero considerable”, afirmó Roy Muñoz, jefe de Servicios Generales de la firma.
Además, por consumo de energía la compañía ahorrará unos $100.000 anuales.
Iniciativas como esta obedecen a los programas de Responsabilidad Social Empresarial (RSE) de las compañías.
Aitor Llodio, presidente de la fundación Aliarse (promotora de alianzas en RSE), aseguró que el éxito y sostenibilidad de esos planes dependen de la manera en que las compañías los alinean con su estrategia de negocios.
Si se hace así, es posible que además de una buena imagen, la compañía obtenga ganancias económicas, comentó Llodio.
Iluminación y refrigeración eficientes y controles inteligentes para administrar energía fueron algunas de las medidas que lo hicieron posible.
La transnacional también realizó tareas de reciclaje que evitaron la tala de 248.753 árboles. Asimismo, por medio de la introducción de bolsas reutilizables, redujo el consumo en más de 327.000 kilogramos de plástico, informó Yolanda Fernández, gerente de Asuntos Corporativos de Walmart.
Por otra parte, la inversión de Sardimar para producir biogás logró reducir 2.000 toneladas métricas de dióxido de carbono (CO2) en el último año.
El monto equivale a sacar 667 autos de las calles.
Además, la planta les ha permitido empezar a desarrollar un fertilizante a base de pescado que comercializarían más adelante.
Otra empresa que optó por el modelo verde es la cementera Cemex , la cual invirtió $1,5 millones para utilizar los residuos de la fábrica en la producción de biomasa (combustible alterno).
Con ello ha reducido el consumo en aproximadamente 30.000 toneladas métricas de CO2, lo cual equivale a 10.000 vehículos menos en las calles durante un año.
Pero la rentabilidad también tiene que ver con la infraestructura física de la empresa.
Centro Corporativo El Cedral, ubicado en Escazú, es un proyecto de Portafolio Inmobiliario que cuenta con tres torres construidas con un diseño bioclimático.
Los edificios poseen un sistema de bancos de hielo subterráneos, el cual reduce el consumo de energía generado por el uso del aire acondicionado en las horas pico.
Según Fabián VillaMichel, director del proyecto, el ahorro se ve reflejado en la disminución de un 50% en la factura de electricidad del inquilino del edificio.
Esta pyme crea en una fábrica construida bajo estándares sostenibles en San Ramón de Alajuela, desinfectantes que reducen las emisiones de CO2 y que necesitan menos agua para ser creados.
Según la vicepresidenta de Florex, Silvia Chaves, la inversión total para hacer de la fábrica una planta ambientalmente amigable, rondó los $350.000.
Además, Florex implementa medidas sencillas de mínima inversión como la reducción del consumo de agua, papel, combustible y electricidad que les genera al año ahorros por unos $12.000.
“La rentabilidad se busca en el largo plazo, pero sin perder de vista que los recursos invertidos deben recuperarse y reinvertirse en el corto y mediano”, manifestó Chaves.
Florex ya comenzó a exportar sus productos a diversos países y proyecta recuperar la inversión en su totalidad en cinco años.