Para casi 1.200 millones de católicos en el mundo, el próximo miércoles, con el recordatorio de que somos polvo y al polvo volveremos, comienza la cuaresma, un tiempo de penitencia y mortificación.
Independientemente de la posición religiosa de cada uno, es saludable que la sociedad tenga rituales reflexivos que la conduzcan a evaluar las actividades cotidianas, ya que parece de sentido común, que unas actividades tienen más valor social que otras.
¿Es difícil llegar al acuerdo de que quienes se dedican a la enseñanza hacen una contribución social mayor que quienes fabrican cigarrillos?
¿O al de que quienes desarrollan actividades a favor de las ciclovías, contribuyen más que quienes impulsan la venta de automóviles altamente contaminantes?
La preocupación por la eficiencia es socialmente valiosa. Una tecnología que permite lavar la ropa con menos agua, afecta favorablemente a la sociedad.
También es valiosa la preocupación por la eficacia. ¿Valen la pena los fines a los cuales se dirige una actividad? La escuela que promueve memorización es menos eficaz que la que promueve aprendizaje, porque desde un punto de vista social, el aprendizaje parece un fin de calidad superior que la memorización.
También es socialmente valiosa la preocupación por la ética. En los libros elementales de economía se hablaba de que los recursos se podían dedicar a producir cañones o mantequilla.
Seguramente hay consenso en que hoy en día, al mundo le hace falta más mantequilla que cañones.
Umair Haque –un influyente tratadista de gestión de empresas– sostiene en su blog que nuestra forma de vida, de trabajo, de diversión, aunque materialmente rica, podría estar dejándonos emocional, social, física y espiritualmente, si no vacíos, tal vez poco saludables; y que quizá ha sido optimizada para producir más, más grande, más rápido, más barato, más contaminante, en vez de más juicioso, más saludable, más inteligente, más resistente.
¿Estamos viviendo vidas con sentido, o simplemente respondemos a las demandas del mercado? ¿Cuánto de lo que hacemos vale la pena?