Pekín. AFP El cigarrillo electrónico está conquistando un número creciente de adeptos en todo el mundo, pero su inventor chino tuvo que luchar hasta ahora para beneficiarse de su invento, a causa de litigios por patentes.
“Fumar es la cosa más perjudicial de la vida diaria y yo he hecho una contribución enorme a la sociedad”, sostiene con voz pausada Hon Lik, de 57 años.
“Pero no soy rico, a causa de los problemas que ha tenido que enfrentar la empresa”, explica en su oficina de Pekín el cofundador de la marca Ruyan (“como un cigarrillo”, en chino), que los fabrica en Pekín hace más de diez años.
El modelo de base de Ruyan se vende a 68 yuanes ($11), el negocio va viento en popa y sus patentes deberían procurar pronto $75 millones a otra de sus empresas, basada en Hong Kong.
La suma parece voluminosa, pero es muy inferior a la que esperaba Hon Lik, que desde hace años lucha por hacer respetar sus patentes y para contrarrestar campañas de prensa hostiles.
El cigarrillo electrónico funciona como un vaporizador por el que se inhala una solución con nicotina. Las ventas despegaron en los últimos años y abrieron un mercado mundial de más de $2.000 millones, según Euromonitor, empresa de análisis económico.
La idea de un cigarrillo electrónico se remonta a los años 60 en Estados Unidos, pero Hon Lik es generalmente reconocido como el primero en haber desarrollado una versión comercializada confiable.
La idea le vino en el 2003 y, luego de un año de ensayos, logró el diseño actual. Las ventas en China crecieron rápidamente. Así, en el 2006, las máquinas de Ruyan producían 24 horas diarias con una demanda siempre superior a la oferta.
Luego, varios artículos de prensa acusaron a su cigarrillo de ser adictivo y provocar crisis cardiacas. Las ventas se estancaron.
En 2006 sufrió un nuevo golpe, cuando la poderosa administración china de venta de tabaco acusó a Ruyan de publicidad irresponsable y recomendó cesar las ventas.
Mientras Hon Lik defendía su producto de la prensa y el gobierno comunista, la competencia floreció en China y en el extranjero con productos similares.
Ruyan presentó demanda contra varios fabricantes en Estados Unidos. Al menos uno de ellos aceptó que el asunto fuera a la justicia, según el empresario chino.
Su gran temor es que Estados Unidos clasifique el cigarrillo electrónico como producto farmacéutico y le impongan normas no previstas. Ello lo llevó a aliarse con el segundo fabricante europeo de cigarillos, Imperial Tobacco, que anunció su intención de comprarle la patente por $75 millones.
“No veo ninguna contradicción en trabajar con la industria del tabaco”, que debe encontrar respuestas a la prohibición de fumar, dice Hon Lik, y agrega: “Dentro de 20 o 30 años, quizá sea famoso”.