Róterdam (Holanda). EFE La economía colaborativa es un concepto cada vez más de moda en todo el mundo y ahora Ámsterdam fue nombrada la primera ciudad colaborativa de Europa después de que numerosas iniciativas, colectivos y empresas pusieran de manifiesto el interés por este nuevo fenómeno económico.
“La idea es transformar Ámsterdam en una ciudad colaborativa y utilizar las posibilidades que ofrece esta nueva modalidad económica en las áreas de sostenibilidad, cohesión social y economía y, a su vez, formular las respuestas a los retos que este fenómeno presenta”, explicó el cofundador de la iniciativa social SharingNL, Harmen van Sprang.
SharingNL es la plataforma que impulsa la cultura del compartir en la capital holandesa, una iniciativa promovida por el propio gobierno municipal.
Con el reto de adaptar el sistema económico tradicional al nuevo panorama global, SharingNL empezó redactando, en el 2013, un plan sobre cómo desarrollar una economía colaborativa en la ciudad y hoy trabaja en un libro, organiza numerosas actividades y encuentros, y asesora a compañías y empresas emergentes para familiarizarse con el sistema.
Además, han creado una red de embajadores para impulsar este fenómeno, entre los que se encuentran el propio ayuntamiento, el aeropuerto de Schiphol o la biblioteca pública, con la que están organizando ciclos para enseñar a los ciudadanos a implicarse en la economía colaborativa.
Un estudio realizado en el 2013 por el cofundador de la plataforma SharingNL, Pieter van de Glind, que fue uno de los gérmenes de este movimiento “ imparable” en la capital holandesa, reveló que el 84 % de los ciudadanos encuestados estaría dispuesto a participar de algún tipo de consumo colaborativo.
Según señaló Van Sprang, los principales factores tenidos en cuenta fueron el social –el hecho de ayudar a otras personas en el barrio–, el carácter sostenible de las iniciativas de consumo colaborativo y el tema financiero, ya que este tipo de prácticas mejoran la economía personal.
Movimiento. Esta es una tendencia que hoy implica a sectores muy diferentes, desde alojamiento, turismo, transporte o educación, y que representa cada vez más una oportunidad tanto para empresas como consumidores.
De hecho, han surgido empresas tan diversas como Peerby, una aplicación donde vecinos intercambian objetos prestados; Konnektid, que pone en contacto a ciudadanos que quieren enseñar con los que quieren aprender; Rewear, una plataforma de alquiler de prendas y accesorios de diseño, o Floow2 , un mercado de intercambio de equipos comerciales, entre muchos otras.
Para el fundador de Konnektid, Michel Visser, el éxito de su plataforma, que cuenta con más de 10.000 usuarios y está presente en 30 países, es que funciona bajo demanda y que se trata de algo descentralizado.
En esa línea, para la creadora de Rewear, Marloes Pomp, su iniciativa permite sacar provecho a ropa y accesorios que no solemos llevar y ganar dinero extra, pero también invertir en artesanía y piezas de diseño con el fin de romper el ciclo de la producción en masa y el consumismo .
La economía y el consumo colaborativo es un fenómeno mundial creciente que promueve el compartir en lugar de poseer e incrementa el valor de la experiencia frente al de la posesión de bienes, según sus partidarios.
Una modalidad motivada por la crisis financiera mundial, mayor preocupación por los problemas ambientales y la sostenibilidad, el desarrollo de Internet y las redes sociales o la revalorización de conceptos como comunidad o colaboración.
En Amsterdam, al igual que en otras ciudades como Seúl, Barcelona o Bristol (Reino Unido), este movimiento se está desarrollando fuerte y, en lugar de ignorarlo, debemos impulsarlo, reconoció Van Sprang.
“Vemos que Amsterdam tiene muchas oportunidades con el movimiento de la economía colaborativa; de hecho, la idea de bloquear esta nueva economía es anticuada”, comentó la directora del programa de innovación municipal, Femke Haccou.
Para Haccou, es importante la actitud abierta en relación con la economía colaborativa de políticos como la teniente alcalde de la ciudad, Kajsa Ollongren, porque se trata de estar alerta sobre qué modelos obsoletos no bloqueen a los nuevos, aunque reconoció que hay que ser justo y encontrar un equilibrio entre los modelos tradicionales y los emergentes.