El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha situado su nuevo caballo de batalla en la lucha contra la creciente desigualdad económica, tendencia que ve generalizada tanto en avanzados como emergentes y que ya ha advertido que puede hacer descarrilar la tímida recuperación en marcha.
El organismo dirigido por Christine Lagarde subrayó esta semana en un amplio estudio sobre desigualdad y política fiscal que en las últimas tres décadas, la desigualdad ha crecido en casi todos los países y se ha convertido en “uno de los mayores flagelos” económicos de nuestro tiempo.
Por ello, y para hacer frente a la creciente desigualdad global, el FMI recomienda tratar con sumo cuidado las herramientas de política fiscal disponibles.
En Europa, donde se han impuesto duros planes de ajuste para hacer frente a la crisis en las finanzas públicas, el Fondo destaca las políticas progresivas aplicadas en países como España, Grecia, Letonia, Portugal y Rumanía entre 2008 y 2012, donde los estratos mejor situados soportaron el grueso del ajuste.
En el lado opuesto, sitúa a Reino Unido o Italia, cuyas políticas han sido menos equitativas.
David Lipton, número dos del Fondo, advirtió sobre los riesgos de políticas redistributivas erróneas y mal ajustadas en los países emergentes.
“La redistribución puede apoyar el crecimiento porque reduce la desigualdad, pero puede ser muy costosa si está mal diseñada”, afirmó al apuntar como ejemplo los ineficientes subsidios energéticos en países en desarrollo.
El organismo se ha lanzado en una cruzada contra este tipo de subsidios, que favorecen de manera desproporcionada a aquellos con mayores ingresos.
Además, el Fondo, que había hasta ahora mantenido una cautelosa distancia respecto a la desigualdad tanto de ingreso como de riqueza dentro del crecimiento general, ha empezado a reconocer las complicadas consecuencias sociales que puede tener al vincularlo a las protestas que se han visto en los últimos años en países como Turquía, Brasil, Venezuela o Egipto.
“En muchos países en desarrollo, el 40% más pobre recibe menos del 40% del total de beneficios sociales, lo que contribuye a la desigualdad de oportunidades y una baja movilidad intergeneracional”, explicó Lipton.
No obstante, y pese a valorar el reciente énfasis en la cuestión por parte de los técnicos del Fondo, organizaciones como Oxfam piden que salga del ámbito académico y empiece a aplicar estas recetas en el día a día de la institución.
“Esperemos que esto signifique un cambio a largo plazo en las recomendaciones de política del FMI a los países: invertir en educación y sanidad y políticas fiscales más progresivas”, dijo Nicolas Mombrial, portavoz de Oxfam en Washington.
Asimismo, apuntó a un elemento ausente en el análisis de la institución: “Es preocupante que no identifique la evasión fiscal de las empresas como un generador de desigualdad (...) Las compañías deben contribuir con su parte”.