San Francisco (California). He aquí cómo se acostumbraba jugar el juego del capital de riesgo por estos rumbos: un amigo llama a un amigo que conoce a un tipo. Se realiza una reunión. Beben vino (en, digamos, el bar Madera en Menlo Park). ¿Un plan de negocios? Seguro, lo que sea. Pero ¿cómo lo ves?
Decididamente, no es así como Google, esa apoteosis de nuestra economía impulsada por datos, quiere abordar la actividad de alto riesgo de invertir en el próximo, bueno, Google. A diferencia de los capitalistas de riesgo de antaño, la creciente subsidiaria de capital de riesgo de la compañía se enfoca no en el arte de la transacción, sino en la ciencia de la transacción. Primero, se reúnen, cotejan y analizan los datos. Solo entonces comienza a fluir el dinero.
Google Ventures y su postura sobre la inversión representa una nueva fórmula para la industria del capital de riesgo, y los escépticos dicen que nunca captará la química –o, quizá, la magia– del Valle del Silicio. ¿Los algoritmos computacionales habrían financiado a David Packard o Steve Jobs? ¿Previsto la tontería de Pets.com?
Los datos ofrecen una respuesta a esas preguntas, al menos por ahora: desde su fundación en el 2009, Google Ventures ha destacado en una industria que, pese a todo su poder estelar, ha estado dando a sus inversionistas una mala mano. En los últimos años, un inversionista habría obtenido mejores resultados con un fondo del mercado accionario que con algún llamativo fondo de capital de riesgo. Los fondos de capital de riesgo registraron un rendimiento promedio anual de 6,9% del 2002 al 2012, a la zaga de los principales índices bursátiles, según Cambridge Associates.
Google Ventures, como todos los fondos de riesgo, no revelan públicamente sus rendimientos. Pero sus socios pueden contar con los dedos de una mano el número de sus inversiones que han fracasado, de un total de 170, aunque es muy pronto para saber cuántas tendrán éxito, y ha dejado pasar la oportunidad de invertir en algunas compañías superestelares. Sus éxitos incluyen a empresas que se han empezado a cotizar públicamente, como HomeAway para rentas vacacionales y Silver Spring Networks para software de red inteligente, y firmas incipientes vendidas a Google, Yahoo, Facebook y Twitter.
Falta por ver si los Grandes Datos –esa etiqueta para la tecnología y la toma de decisiones que está cambiando drásticamente a tantas empresas– verdaderamente pueden transformar la industria que ayudó a engendrarlos. Pocos niegan que analizar los datos sea cada vez más importante. Pero algunos insisten en que esos intangibles antiguos, como el instinto y la suerte, siguen siendo primordiales.
“Los fondos de capital de riesgo, como todas las compañías de nuestra cartera, necesitan ser analíticamente intuitivos en la era moderna del análisis de datos”, dijo Matt McIwain, director administrativo de Madrona Venture Group, que ha invertido en compañías como Amazon.com y Redfin, el sitio de bienes raíces. “Pero la parte de la intuición es finalmente el mayor factor. E incluso con todo eso, un poco de suerte ayuda mucho”.
Pionera. Google Ventures fue la primera firma importante en depender fuertemente de los datos. Desde entonces, fondos establecidos como Kleiner Perkins Caufield & Byers, Sequoia Capital e Y Combinator han seguido el ejemplo.
Muchos capitalistas de riesgo coinciden en que algo necesita cambiar. En la industria de la tecnología, donde los ingenieros creen que cualquier problema se resuelve con datos, la solución es obvia.
“Si no se puede medir y cuantificar, ¿cómo se puede esperar empezar a trabajar en una solución?”, dijo Bill Maris, socio administrativo de Google Ventures. “Tenemos acceso a los conjuntos de datos más grandes del mundo que sea posible imaginar, nuestra infraestructura de computación de nube es la más grande de la historia. Sería una tontería simplemente salir y hacer inversiones por instinto”.
Google Ventures tiene $1.500 millones bajo administración; una miseria en el mundo más amplio de Google, que tuvo ingresos por $50.000 millones el año pasado. Emplea a siete personas que reúnen datos, los analizan y presentan los resultados a los inversionistas.
Google declinó revelar su salsa secreta: los algoritmos que usa para analizar datos. De todo ello ha aprendido lecciones, algunas parecen obvias. Un emprendedor que ha iniciado una compañía exitosa tiene más probabilidad de hacerlo de nuevo, halló Google Ventures, y las empresas incipientes basadas en centros de tecnología como el área de la Bahía de San Francisco tienen más probabilidad de éxito.
Pero la clave, dijo Spencer, es poder comprender qué elementos son más importantes, al contrario de elaborar reglas por escrito. Los algoritmos de Google han demostrado que aún cuando la ubicación importa, por ejemplo, los éxitos pasados son más importantes. Invertir solo en emprendedores experimentados, sin embargo, habría significado pasar por alto a Mark Zuckerberg, Larry Page y Sergey Brin.
Olfato. Google dice que la intuición y la química aún desempeñan un papel crucial, e incluso pueden superar a los datos. “Nunca haríamos una inversión en un fundador al que consideráramos un imbécil, aun cuando todos los datos dijeran que esta es una inversión que deberíamos hacer”, dijo Maris.
Otras firmas de capital de riesgo están en otros extremos del espectro. Para algunas, como Kleiner y Sequoia, el capital de riesgo impulsado por los datos significa simplemente dar seguimiento a cuántas veces una empresa incipiente es mencionada en Twitter, o dónde se clasifica en la App Store. Para otras, significa depender casi únicamente de los algoritmos para elegir dónde invertir, como lo hace Ironstone, una firma de capital de riesgo, y cuyos algoritmos han producido conclusiones que son sacrílegas para los capitalistas de riesgo tradicionales.
Dicen, por ejemplo, que el equipo fundador de una empresa incipiente tiene 12% de valor predictivo, aun cuando la mayoría de los inversionistas clasifican eso como uno de los factores más importantes. Solo 20% del análisis de Ironstone se enfoca en la propia empresa, y el resto en el mercado en el cual está entrando, porque dicen que las empresas incipientes tienen probabilidad de cambiar el rumbo y el mercado, más poder predictivo.