Por diversas razones, tengo contacto con personas más jóvenes. Aprendo mucho de ellas. Algunas tienen ideas tan frescas, tan innovadoras, que me hacen soñar con mejores tiempos para esta nación.
Escuché esto. Un chico está tratando de dejar de fumar.
Su amigo convoca a amigos comunes y les dice: “Fulanito necesita ayuda. No necesita que le digamos cuánto daño hace el tabaco. Ya él lo sabe.
“Tampoco necesita que le lancemos mensajes vacíos de ‘adelante, sé que vos podés’, ni que continuamente le estemos preguntando cómo se siente o cuánto éxito va teniendo. Lo que sí podríamos hacer por él es acompañarlo en este empeño.
“Entonces, si alguno quisiera dejar de fumar, podría acercársele solidariamente y decirle que está dispuesto a participar en el mismo esfuerzo.
“No es lo mismo caminar un camino difícil en soledad, que caminarlo con un compañero”.
Pero igual solidaridad y compañía habría en decirle: “Yo no fumo, pero hay luchas que me he pospuesto. Solamente medio utilizo Excel y he venido posponiendo el esfuerzo por mejorar mis destrezas. Estoy dispuesto a hacer este esfuerzo en simbolismo de apoyo al tuyo”.
O quizá otro pueda dedicar más horas al mejoramiento del inglés, o aumentar sus horas de estudio, o trabajar con atención más despierta, o ser más sistemático en su gimnasia.
En eso consiste un grupo de apoyo. En el reconocimiento de que nadie es perfecto, y que todos tenemos áreas de mejoramiento.
Que todos reconocemos las dificultades de mejorar. La acción humana es ardua y requiere seriedad. Con el “pura vida” no se puede ir cuesta arriba.
Que los caminos difíciles se pueden transitar en soledad, pero se hacen más llevaderos con compañía.
Que obtenemos energía cuando compartimos los logros. Y también la obtenemos cuando compartimos las dificultades, los malos resultados, la pérdida de intensidad del impulso inicial, la sensación de que no avanzamos, el desánimo implícito en la duda de si vale la pena. Y que la resolución conjunta de seguir caminando es explosiva.
Nos apoyamos cuando, juntos, levantamos la vista hacia metas más trascendentes, más elevadas, y cuando escuchamos mutuamente lospropósitos. Cuando compartimos la ilusión de que es posible aspirar a esos logros. Y cuando nos intercomunicamos buenas prácticas sobre cómo lograrlos de manera más eficiente.
Y cuando, como si se tratara de ondas, aportamos nuestras crestas en los momentos en que otra persona puede estar en un valle. Y cuando reconocemos que la cresta del otro nos ayudó a salir del valle por el cual estábamos pasando. Esto, tiene aplicación en actividades laborales, comunitarias, estudiantiles o estrictamente personales.
¿Estaríamos dispuestos a experimentar con esta idea?