Paul Krugman es profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton y premio Nobel de Economía del 2008.
Hace pocos días, Alan Greenspan, el expresidente de la Reserva Federal, habló en defensa de su sucesor. Los ataques contra Ben Bernanke por parte de los republicanos, dijo a The Financial Times, son “totalmente inapropiados y destructivos”. Tiene razón al respecto, lo que la convierte en una de las pocas cosas en las que ha acertado el otrora gran maestro en los últimos años.
Pero, ¿por qué son los ataques contra Bernanke tan destructivos? Después de todo, nadie en los Estados Unidos es o debe ser inmune a la crítica, mucho menos aquellos –como el presidente de la Reserva Federal– quienes, por la naturaleza de sus puestos, tienen un inmenso poder para mejorar o empeorar nuestras vidas. Y si bien hay inconfundible matonismo en la campaña contra la FED –extraordinariamente evidenciado en la advertencia de Rick Perry respecto a que el presidente de la FED sería tratado “espantosamente”, si visitaba Texas– la mala educación de los críticos no es lo más importante.
No, la verdadera razón por la que los ataques de la derecha contra Bernanke son tan destructivos es que constituyen un esfuerzo para torcer el brazo de la FED y lograr que haga exactamente lo erróneo. Los atacantes quieren que la FED pegue un frenazo cuando debía acelerar; quieren que la Reserva Federal ahogue la recuperación cuando debía estar haciendo mucho más por acelerar la recuperación. En lo fundamental, la derecha quiere que la FED se obsesione con la inflación, cuando la verdad es que estaríamos mejor si la FED pusiera menos atención a la inflación y más atención al desempleo. En realidad, un poquito más de inflación sería algo bueno, no malo.
Bueno, sé que muchos lectores ya están indignados, pero denme un momento y permítanme llevar esto gradualmente.
Primero, respecto a la obsesión con la inflación: Durante al menos tres años, los economistas, entendidos y políticos de derecha han estado advirtiendo que la inflación desenfrenada está a la vuelta de la esquina, y se siguen equivocando. ¿Recuerda las diatribas respecto a “degradar el dólar” para esta época del año? ¿Recuerdan el desdeño que se apiló contra Bernanke la primavera pasada, cuando él argumentó que el grueso de la inflación que se presentaba en ese momento era solo un problema pasajero causado por los precios de la gasolina y que pronto se alejaría? Bueno, él estaba en lo correcto. En este momento la inflación de nuevo anda un poquito por debajo de la meta del 2 por ciento establecida por la misma Reserva Federal.
Ahora la FED tiene, por ley, un doble mandato: Se supone que tiene que ver con el empleo total y con la estabilidad en los precios. Y si bien tenemos, más o menos, estabilidad en los precios, ni nos aproximamos al empleo total. Entonces esto dice que la Reserva está haciendo exageradamente poco, no demasiado. En realidad, algunos funcionarios de la FED –notablemente Charles Evans, el presidente de la FED de Chicago– han tratado de argumentar exactamente eso.
Sin lugar a dudas, políticas más agresivas de la FED para combatir el desempleo podrían llevar la inflación por encima de la meta del 2 por ciento. Pero recordemos ese doble mandato: si la FED se rehúsa a correr siquiera el menor de los riesgos en el frente de la inflación, está violando sus propios estatutos. Y, aparte de eso, ¿sería algo terrible que la inflación subiera al 3 por ciento o incluso al 4 por ciento? Al contrario, es casi seguro que ayudaría a la economía.
¿De qué forma? Para empezar, grandes partes del sector privado continúan empantanados por el excedente de deuda acumulado durante los años de la burbuja; se argumenta que esta carga de deuda es lo que está reteniendo el retorno del gasto privado y perpetuando la depresión. La inflación modesta, sin embargo, reduciría ese excedente –al erosionar el valor real de tal deuda– y ayudaría a promover la recuperación del sector privado que necesitamos. Mientras tanto, otras partes del sector privado (como buena parte de las corporaciones estadounidenses) acumulan grandes cantidades de efectivo; la perspectiva de inflación moderada haría menos atractivo dejar ocioso ese dinero, lo que alentaría la inversión; lo que a su vez ayudaría a promover la recuperación general.
En pocas palabras, lejos de temer que más acción contra el desempleo pudiera llevar a un aumento en la inflación, la FED debería ver con buenos ojos esa posibilidad. Esto nos lleva de vuelta a los ataques republicanos y su efecto disuasorio sobre la política.
Cierto, a Bernanke le gusta reiterar que a él y sus colegas no los afecta la política, pero es difícil alinear esa afirmación con las acciones de la FED, o más bien con su falta de acción. Como muchos observadores han hecho notar, los propios pronósticos de la Reserva indican que si bien las cosas han estado mejorando un poco recientemente, todavía se espera inflación baja y alto desempleo en los años venideros. Dada esa posibilidad, más de la “expansión monetaria” que ahora constituye la principal herramienta de la política de la FED es algo obvio. Pero, las minutas recién dadas a conocer de una reunión del 13 de marzo muestran a una Reserva Federal inclinada a no mover un dedo salvo que las cosas empeoren.
Entonces, ¿qué está sucediendo? Pienso que los funcionarios de la FED, bien sea que lo reconozcan o no, se sienten intimidados' y que los trabajadores estadounidenses están pagando el precio de su timidez. Traducción de Gerardo Chaves para La Nación