Washington. El último pronóstico económico mundial del Fondo Monetario Internacional no es para levantar el ánimo de ninguno. Quizás recuerden que, hace algunos años, estaba de moda preguntar si la economía mundial podía continuar “volando con un solo motor” —es decir, los Estados Unidos. El auge de Estados Unidos y su apetito por las importaciones estimularon otras economías. Tras el colapso norteamericano en 2008, el papel de motor mundial viró a los llamados países BRIC (Brasil, Rusia, India y China) y a otras naciones de “mercados emergentes”. Su fuerte crecimiento contrarrestó parte de la debilidad de Estados Unidos, Europa y Japón. El nuevo mundo salió a la ayuda del viejo.
Bueno, pues podemos olvidarnos de eso.
El informe del FMI confirma lo que ha sido cada vez más obvio: Muchos países de mercados-emergentes –liderados por China– están tropezando. Según mi entender, sus tasas de crecimiento siguen siendo altas porque tienen enormes fuerzas laborales y no han explotado aún todas las tecnologías existentes. Pero el declive es considerable y podría agravarse. Entre 2005 y 2011, el crecimiento anual de China promedió casi un 11%; en 2013, el FMI espera un 7,8 %. Para India, el FMI pronostica un 5,6% este año, mientras que el promedio 2005-11 fue de un 8,4%. Brasil también se ha desacelerado.
Irónicamente, entre las economías importantes la que se ve más fuerte es la de Estados Unidos. Es cierto, Estados Unidos no es ahora una economía robusta. Pero comparada con las ralentizaciones en otras partes, no se ve tan mal. La recuperación norteamericana ha continuado durante cuatro años y, en todo caso, podría fortalecerse en 2014 (un incremento en el crecimiento a un 2,7% de un 1,7% en 2013). En cambio, la zona del euro –los 17 países que usan esa moneda– está en su segundo año de recesión, y ahora los BRIC están tambaleándose.
En una economía global sana, el crecimiento de los países se refuerza mutuamente. El comercio internacional y las inversiones se expanden. Pero el proceso puede actuar también en forma opuesta. El crecimiento lento y las crisis pueden retroalimentarse. La ralentización de China reduce su demanda de productos básicos (mineral de hierro, soya, cobre), lo que perjudica a los proveedores de América Latina y África. La recesión europea debilita a Estados Unidos y China, que son grandes exportadores a Europa. Etcétera.
No está claro si la situación empeorará. Pero el panorama se ha oscurecido recientemente, tal como Olivier Blanchard, economista jefe del FMI, señaló en una sesión informativa de prensa. “El crecimiento casi en todas partes”, dijo, “es un poco más débil de lo que pronosticamos en abril” y ese mismo pronóstico ya fue débil. En 2013, el FMI espera que la economía mundial crezca un 3,1%, lo mismo que en 2012 y menos que el pronóstico de abril de un 3,3%. Y lo que es más relevante: el pronóstico es mucho más bajo que el crecimiento promedio real del 4,6%, logrado en 2010 y 2011.
Para 2014, se predice que el crecimiento global se recuperará hasta alcanzar un 3,8%, pero podría ser una esperanza más que una experiencia. Hasta el FMI concede que “los riesgos negativos... aún dominan”. Un problema radica en que algunos países de economías emergentes confiaron en políticas que proporcionaron un estímulo artificial y temporario, que ahora debe ser reemplazado.
Consideremos el caso de China. Su crecimiento dependió, en gran medida, de inversiones, financiadas por créditos, en fábricas y viviendas. Como porción de la economía (producto bruto interno), las inversiones se elevaron de un 39% antes de la crisis financiera a un 45% ahora, señaló Blanchard. Existe la opinión generalizada de que gran parte de esas inversiones fue prematura e innecesaria. Por tanto, dijo, China enfrenta un dilema: continuar promoviendo las inversiones y arriesgar más proyectos improductivos y pérdidas en préstamos o reducir el crédito y ralentizar la economía, porque el mayor consumo no contrarrestará totalmente el descenso en las inversiones. No hay una solución fácil.
India enfrenta una situación similar. El crecimiento fluyó de presupuestos amplios y políticas monetarias flexibles que son insostenibles, escribe el economista Arvid Subramanian, del Peterson Institute. Esas políticas dejaron un legado de “elevado déficit fiscal, una inflación casi de dos dígitos y grandes déficits (comerciales).” Nuevamente, la salida no es fácil.
Europa, Estados Unidos y Japón también enfrentan opciones desagradables. Todos luchan con lo que el FMI denomina “consolidación fiscal” —reducción del déficit presupuestario. El problema subyacente surge de costosos estados de bienestar social con poblaciones que envejecen. Se debe recortar gastos o elevar impuestos. Ambas cosas podrían deprimir la economía, pero si no se hace nada, los niveles más altos de deuda podrían, en última instancia, causar tasas de interés más altas. Aunque las decisiones son internas, las repercusiones pueden ser mundiales, porque estas naciones avanzadas representan aproximadamente el 40 por ciento de la economía mundial.
La mala noticia es que las malas noticias pueden ser contagiosas. Blanchard dijo que él detecta en Francia y Alemania “una falta general de confianza en el futuro, la que, si no se revierte, ... podría acabar en parte alimentándose a sí misma.” No es sólo Francia y Alemania.
ROBERT SAMUELSON inició su carrera como periodista de negocios en The Washington Post, en 1969. Además, fue reportero y columnista de prestigiosas revistas como Newsweek y National Journal.