Óscar Ramírez apostó por la misma estrategia que utilizó ante Estados Unidos, con un 1-5-4-1 y una presión alta en los primeros minutos para complicar la salida, recuperar rápido y ganar los segundos balones, pero México supo liberarse con una buena circulación de balón, transiciones rápidas y velocidad.
Los aztecas entendieron a la perfección que no debían dejar pensar a Celso Borges y Bryan Ruiz, por lo que los aislaron y siempre recibieron con un jugador encima, al punto que prácticamente no pudieron combinarse y dar juego a sus compañeros.
La presión de los mexicanos y acortar las distancias al parar la línea defensiva lejos del su área asfixió a la Sele , la dejó sin ideas en la primera parte y provocó impresiones.
Además, la Nacional se vio acelerada, cayó jugar largo, principalmente la salida quedó en los pies de los centrales, quienes al no encontrar a los volantes optaron por lanzar.
El Tri aprovechó el juego por los costados, la velocidad causó daño y obligó a los centrales ticos a salir mucho a campo abierto para hacer coberturas.
Ramírez se vio obligado a ajustar en el complemento, varió el esquema y pasó a un 1-4-4-2, para ganar presencia en la medular, hacerse fuerte por los costados y acuerpar a Marco Ureña en ofensiva.
Con la modificación, Ruiz apareció un poco más, Borges pudo sumarse y con los cambios acertados de Rodney Wallace y Daniel Colindres, la Tricolor pudo apoderarse de la pelota, cortó la circulación de México y tuvo superioridad por ambos costados.
La buena lectura de Macho permitió que la Selección recompusiera en un duelo complejo, ante un rival muy táctico, acertado en las transiciones ofensivas y ordenado.