New York Yankees v Kansas City Royals KANSAS CITY, MO - MAY 4: Mariano Rivera #42 of the New York Yankees walks backs into the team's clubhouse after a press conference at Kauffman Stadium May 4, 2012 in Kansas City, Missouri. Rivera tore an ACL while shagging balls during batting practice before a game against the Kansas City Royals on Thursday. Ed Zurga/Getty Images/AFP == FOR NEWSPAPERS, INTERNET, TELCOS & TELEVISION USE ONLY == (Ed Zurga)
Con su temple modesto, sereno y serio, saldría a pitchear por última vez. Sacaría los tres outs del noveno inning con su venenosa recta cortada y sus Yanquis celebrarían otro campeonato en una Serie Mundial, el sexto del panameño.
Tristemente, el guion soñado para la culminación de la campaña número 18 del derecho de Puerto Caimito quedó en el limbo.
En vez de festejos en una lomita y baños de champaña en el vestuario, la posible última imagen de Rivera es verlo trastabillando en el Kauffman Stadium de Kansas City, sin poder ocultar las muecas de dolor causadas por una lesión en la rodilla derecha.
El jueves, Rivera se cayó al intentar atrapar un elevado y se rompió el ligamento cruzado anterior y el menisco, lesiones que requieren una larga y paciente recuperación.
El viernes anunció que no se dejaría vencer y que volvería las veces que fuera necesario para acabar su carrera con la gloria merecida.
¿Irse del beisbol así, por una lesión en circunstancias tan inocuas? Simple y llanamente no se ajusta al escenario apropiado para el mejor relevista en la historia, un seguro miembro del Salón de la Fama al primer intento.
¿Sacado del terreno en un carrito de golf ante la mirada atónita de sus compañeros? Esto no es lo correcto para el líder histórico de rescates con 608, más 42 en la postemporada. Alguien que provoca admiración en todo lado, incluso en Boston, la ciudad del rival de siempre.
Ante la lesión, Rivera no pudo contener el llanto, una reacción inusitada que no se dio en sus momentos más difíciles.
A la vista de compañeros de equipo y adversarios, todo este tiempo Rivera había proyectado una imagen de indestructible, sin importar que ya tenía 42 años.
Perfeccionista y cumplidor al detalle de la rutina diaria de preparación física, las lesiones no se asociaban con el canalero. La última vez que estuvo en una lista de incapacitados fue en el 2003.
Su eficacia es alucinante: por lo menos 60 apariciones en cada una de las últimas nueve temporadas y sin fallar en conseguir al menos 30 salvamentos desde el 2003.
Rivera no merece despedirse del beisbol de esta forma. Lo ideal, mejor dicho, lo único válido, es que aún pueda salir trotando del bullpen del Yankee Stadium, con el sonido Enter Sandman de Metallica retumbando (una canción a la que nunca dio su visto bueno), y al final –tras un strike con la recta cortada– se vaya cargado en los hombros.