“Evacuan a la gente que vive en la calle o en chabolas”, afirma Mohammed Ali, uno de los residentes de este campamento, que se organiza de tal forma que por momentos recuerda a una base militar.
“Se llevan a toda esa gente por el Mundial. Es una operación de limpieza a gran escala que planearon hace mucho tiempo atrás”, añade Mohammed, de 38 años y que vive con su mujer y sus dos hijos en “Blikkiesdorp”, que significa el “pueblo de metal” en afrikaans, la lengua predominante en los alrededores de Ciudad del Cabo.
A unos kilómetros se encuentra el flamante nuevo estadio Green Point, con capacidad para 70.000 espectadores y cuya construcción costó 4.500 millones de rands (unos 450 millones de euros).
En total, Sudáfrica invirtió 40.000 millones de rands para el Mundial, construyendo estadios, mejorando infraestructuras, modernizando aeropuertos y desplegando 44.000 policías para la seguridad durante la competición.
Mientras que la fiebre del futbol va subiendo sin parar en las grandes ciudades, nada hace presagiar que el poblado artificial de “Blikkiesdorp” tenga intención de participar en la fiesta, cuando apenas quedan unos días para el arranque, con el duelo inaugural Sudáfrica-México del 11 de junio.
“¿Por qué no se utiliza una parte de ese dinero para construir viviendas?”, se pregunta un responsable de la comunidad, Beverley Jacobs, quien a sus 42 años se prepara para su tercer invierno en una de las habitaciones de los barracones, de 18 metros cuadrados.
Para tratar de reparar las injusticias del pasado, el gobierno construye casas en los antiguos guetos negros, pero aún hay muchos pobres del país que aún no han recibido una vivienda digna, ni facilidades para acceder a ella.
“Blikkiesdorp” fue diseñado por las autoridades municipales como solución de urgencia en 2008 y sus 1.500 barracones cuentan con electricidad, grifos y baños.
Otros residentes del poblado se muestran más contentos. “Por lo menos ya no estamos en la calle”, señala James Adams, de 48 años, que antes dormía en los alrededores del nuevo estadio de futbol.
Por su parte, las autoridades desmintieron haber presionado para “limpiar” las calles y desplazar a los pobres otro lugar para evitar una mala imagen entre los miles de visitantes extranjeros.
En “Blikkiesdorp”, la frustración va en aumento. “No queremos seguir aquí. No es nuestra casa”, dice Washelila Smith, de 57 años.