Los Juegos Olímpicos no estarían completos sin la presencia de los cazadores de pines, quienes desarrollan una de las actividades extraoficiales más atractivas en este tipo de justas.
Los pines (pequeños prendedores alegóricos) no pueden faltar en el equipaje de cualquier miembro de la familia olímpica (léase atletas, entrenadores, dirigentes, árbitros, personal de la organización y funcionarios de los medios de prensa).
Tarde o temprano, los puede atacar la fiebre de cambiar pines o bien es seguro que alguien llegará infectado con esa adicción a pedirle que intercambien insignias.
Pero hay quienes llevan esa afición más allá y dedican parte de su vida, o la vida entera, a recolectar esos recuerdos por todo el mundo y en cualquier actividad en la que puedan engrosar sus bodegas de tesoros.
Ese es el caso de Shawn Stowers, gerente de una empresa en Atlanta y quien cada dos años dedica sus vacaciones para asistir a las Olimpiadas, tanto las de Verano como las de Invierno, con el único objetivo de intercambiar pines. Para él no hay deportes ni figuras que le interesen, lo suyo son los coloridos prendedores.
Sus primeros Juegos fueron, precisamente, los de su ciudad, Atlanta 1996, y desde entonces asistió a seis justas, pues se perdió las de Nagano (Japón) 1998 y Atenas 2004.
Dice que en su casa tiene miles de pines y aunque no trajo ninguno de Costa Rica, está seguro de que en Atlanta debe tener algunos. “Probablemente tengo de todos los países”, afirma con orgullo.
La historia de John Lonanidis es distinta, pues él se dedica al negocio de los pines en su país, Grecia. A él también lo motivó la llegada de los Juegos a su ciudad, pues recuerda que los primeros fueron los de Atenas 2004 y con estos ya acumula cinco.
Ken Davids es uno de los tantos coleccionistas de pines apostados en la entrada a la Villa Olímpica a la espera de clientes. Este pensionado original de Toronto, Canadá, está metido en esa actividad desde las Olimpiadas de Invierno en Albertville, Francia, efectuadas en 1992. Ya cuenta con diez ediciones, pues no fue a Atenas.
Ellos son casos severos de esa fiebre que ya forma parte de las actividades típicas de unos Juegos Olímpicos.