El país se despertó ayer en una euforia de color naranja, un día después de la victoria de la selección holandesa ante Uruguay, en las semifinales de la cita planetaria: mucha gente en las calles llevaban los colores de la selección nacional, incluidos coches y bicicletas.
Para muchos, seguir el partido en el centro de una marea naranja en Holanda no es suficiente para poner de manifiesto la importancia del evento y de súbito Sudáfrica ya no está “tan lejos”. Miles de aficionados se muestran dispuestos a desembolsar mucho dinero para ver la final del domingo en directo.
“Típicamente holandés: una vez que la locura naranja se declara, todo el mundo quiere formar parte”, apunta Dick Gussen, portavoz de la agencia de viajes Corendon, que fletó dos Boeing 747 especiales para mil aficionados.
Por 2.000 euros, tomarán un avión el sábado, y pasarán el día del domingo en los
Los billetes para el estadio no están incluidos en ese precio, pues una entrada para la final cuesta entre $440 y $990 (350 a 790 euros), y si la mayoría de los clientes ya tienen una, los que no tengan un boleto verán el partido en una pantalla gigante sudafricana.
“Nuestros teléfonos suenan permanentemente”, explica Wim Gramsma, director de Mercadeo de la agencia de viajes Oad, quien pidió entradas a la FIFA, antes de haber encontrado plazas en un avión y un hotel. Tiene en lista de espera a 8.000 personas.
Gramsma, que espera poder satisfacer a 1.000 de esos hinchas, se encuentra en la misma situación que la agencia TUI, donde Simone van den Berk cuenta con 5.000 clientes listos para partir. “Organizamos un vuelo suplementario que salió (ayer) para Johannesburgo, con 272 personas a bordo. Sí, está lejos y es caro, hemos leído muchas cosas sobre la inseguridad, pero es un Mundial, y ¡estamos en la final!”, dijo Van der Berk.
La compañía aérea holandesa tiene previsto tres vuelos suplementarios –el máximo autorizado– para salir de Ámsterdam en la noche del sábado, con 1.000 viajeros.