Por poco acaba ayer haciendo siesta sobre las aguas del río Bósforo por la mañana o en la tibieza de unas alfombras en el Gran Bazar de la ciudad, pero igual había que acabar su última jornada completa recogiendo cada color, cada condimento, cada regate y el sonido megafónico de los llamados para orar en las mezquitas.
Nery Brenes abandona hoy miércoles la ciudad que le marcó la carrera. Se va del lugar conocido como el puente entre Asia y Europa. Como quien dice entre Pekín y Londres, si se usan referencias olímpicas aplicadas a la esperanza del corredor, que ayer dio luz verde a sus seguidores para ilusionarse con una nueva hazaña en los Juegos Olímpicos de este verano inglés.
“Está bien que se emocionen con una medalla. Se vale soñar”, reiteró Brenes mientras mostraba a este diario la medalla dorada a la que, paradójicamente, tampoco da tanto valor. “Lo importante es el Campeonato Mundial, el tiempo y el trabajo que se haga después”.
La camiseta con su apellido la enmarcará. La licra también la guardará. Ambas prendas lo acompañaron en las eliminatorias y en la final en el estadio Arena Atlética Ataköy.
Y los zapatos... esos zapatos talla 39 hechos especialmente para Nery por su patrocinador japonés. “Me han acompañado casi un año y están como nuevos, pero quiero guardarlos”. Claro, es el calzado que apenas tocó suelo durante los 45 segundos y 11 centésimas que tardó en cruzar la meta, antes que otros más pintados.
Todo esto le ocurrió en Estambul y no quiere olvidar ni un chispazo. “No me podré ni voy a querer sacarme de la cabeza esto que viví y que logramos aquí”.
Del preludio de la carrera final recuerda poco. Estaba demasiado concentrado como para registrar el ambiente. Era tanto que otro entrenador, al verlo, supo que Brenes ganaría. “Parece una bestia”, fueron las palabras que escuchó medio en broma el preparador tico.
Todo lo demás queda registrado. El saludo con el cocinero donde almorzó la carne de cordero, la imagen grandiosa de los alminares de la Mezquita Azul enfrentados con la iglesia de Santa Sofía. El limonense no es de mucha foto; todo lo guarda en los dos ojos enormes o en la mochila negra.
Fue aquí donde pudo ver el valor de haberse caído hace tres semanas en Birmingham, Inglaterra, y haber sido descalificado en Karlsruhe, en Alemania. “Aprendí mucho; eso fue muy importante. Tampoco se me va a olvidar. Este éxito en parte es porque ambas cosas fueron lecciones para mí”.