París. EFE La edición de 2014 de Roland Garros se resolverá con un choque entre los dos mejores tenistas del mundo, el español Rafael Nadal y el serbio Novak Djokovic, el duelo esperado para el día D.
Los dos tenistas lograron ayer el pase a la final mientras Francia conmemoraba el 70 aniversario del desembarco de Normandía, una de las batallas más espectaculares de la Segunda Guerra Mundial.
En el tenis, pocos duelos en la actualidad pueden generar tantos vatios como los que desprenden Nadal y Djokovic, y el domingo los dos se jugarán muchas cosas. La novena Copa de Mosqueteros para Nadal (quinta consecutiva); la primera para el serbio, que ya sabe lo que es ganar los otros tres Grand Slam.
Además del número uno, que irá a parar al dorsal de aquel que venza en este eléctrico duelo.
Con ventaja. Nadal parte con la ventaja psicológica de que en París nunca ha perdido contra Djokovic. Solo tiene una derrota, la que en 2009 dejó escapar frente al sueco Robin Soderling y ayer en semifinales contra el británico Andy Murray sumó su triunfo número 65, el 34 consecutivo en una larga letanía de récords que viene convirtiendo en pasado en el último decenio.
El español ha mostrado una progresión permanente en Roland Garros, donde llegó con los peores resultados de toda su carrera sobre tierra batida y con un juego cargado de incertidumbres.
Los rivales de escasa entidad que salieron a su paso no inquietaron su resultado, aunque tampoco despejaron las dudas, agravadas por unos problemas de espalda que confesó tener.
Nadal afirma que su nivel en la tierra batida no ha dejado de progresar. Su derecha, el arma con el que acaba con sus rivales, se ha mostrado cada día más mortífera y Murray fue la víctima.
La obsesión. Para Djokovic, Roland se ha convertido en una obsesión. Alcanzó su segunda final tras derrotar al letón Ernests Gulbis, la sorpresa de las semifinales, el 18 del mundo, que antes había derrotado al suizo Roger Federer y al checo Tomas Berdych.
Djokovic se agarra a la esperanza de poder, al fin, derrotar a Nadal en su feudo.
“El año pasado cualquiera de los dos pudo ganar y eso a mi me hace tener confianza”, asegura.
El duelo está listo para que la tierra batida, como si se tratara de la arena de la playa de Omaha, dicte la sentencia en la hora prevista del desembarco.