"Si quería ser un atleta de medallas de oro, tenía que ser estudiante de notas de 100". A sus 33 años, Leonardo Chacón recuerda que así fue su niñez y adolescencia.
En esa frase puede resumir parte de su crecimiento como persona y como triatleta.
Chacón asegura que siendo muy joven sus papás le hicieron entender que debía rendir tanto en el aula como en el deporte. Uno no opacaba al otro.
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Pero la exigencia no era solo para él. El triatlonista tico recuerda que en su casa había un ambiente de disciplina para todos y tenía el ejemplo con sus hermanos mayores, Magdalena y Rolando.
"Los únicos argumentos que teníamos para mis papás eran los resultados, buenas notas y logros en el deporte. Ahí empezó a crecer el hambre por cosas más grandes", recuerda Leo.
La ventaja para Chacón fue que ni el deporte ni el estudio se le complicaron.
"Considero que es una persona muy inteligente; en el estudio nunca tuvo dificultad pese a que a veces se ausentaba varios días por las carreras, pero retomaba la materia como si nada", mencionó Milton Ruiz, amigo de la infancia del triatleta.
Leo no cree que haya sido el estudiante más inteligente, tampoco el mejor alumno, pero sus obligaciones eran mayores que las de sus compañeros y eso lo hizo aprender a optimizar el tiempo.
"Si hay alguna descripción de lo que dicen que es un nerd o alguien muy sapo, yo me considero que era eso, porque entendía que no tenía mucho tiempo para estudiar —se autodescribe Leo Chacón—. Mi silla siempre era la del frente (...), era el que hacía 10.000 preguntas porque prefería salir entendido y volver loco al profe, antes de ir a la casa a preocuparme, a agarrar los cuadernos, porque cuando llegaba tenía que comer e irme a los entrenamientos".
Consolidar una disciplina de ese tipo siendo un niño fue uno de los puntos altos de Leo, que le permitió destacar entre otros deportistas de su edad y poco a poco incluso entre los que eran mayores que él.
A Chacón lo definen sus allegados como una persona con mucha energía, era un niño hiperactivo que encontró en el triatlón la manera de descargar toda su vivacidad y de ganar, que era lo que lo movía.
"Cuando hacíamos las salidas (de atletismo) le decía que se mantuviera con el grupo, pero para él era imposible, siempre iba adelante —cuenta entre risas Yamil Brenes, su primer entrenador—. Lo tenía que parar y le decía que le diera moderado y él decía que le estaba dando moderado".
Leo reconoce que hacía cada ejercicio tan duro como podía y tan solo se regulaba cuando veía que los demás se habían quedado atrás o soltaban su imponente paso.
"No lo hacía para hacerlos sentir mal a ellos, sino para demostrarle a Yamil que sí quería, quería más, que no tuviese piedad o no fuese bondadoso con los entrenamientos, quería ver hasta dónde estaban los límites y salía con todo".
Brenes fue el primer técnico formal de Chacón en triatlón, porque en los primeros años fue su papá, Rafael, quien introdujo los primeros conocimientos a su hijo.
Don Rafa fue un guía, como él mismo asegura. Les decía a sus hijos los kilómetros que les tocaba hacer en bicicleta, los acompañaba en la madrugada a correr por el parque de Liberia... Cada vez que terminaban un ejercicio, Leo preguntaba queé seguía.
"Él lo ponía a hacer lo que creía que le podía servir y de acuerdo al tiempo que tuvieran", comentó doña Eugenia.
Ella también tuvo su papel dentro de los inicios de Leo en el triatlón. El atleta asegura que era la encargada de las estrategias y de exigir cada vez un poco más.
"Eran estrategias totalmente locas —afirma Leo—. Si hay alguien que nos exigía a responder con resultados era ella. Por ejemplo, decía: 'no me digás que te fue bien, dame un 100 en tus notas; si vas ganando la competencia, tenés que ir por la moto (la que guía la competencia)".
La sonrisa no se quita de la cara de Leo cuando recuerda esos momentos con sus papás.
Para el liberiano ese carácter que sus progenitores alimentaban día a día sigue siendo fundamental en su vida.
"Poco a poco descubrí lo importantes que eran mis papás. Mi papá, sin tener que hacerlo, ya tenía el desayuno listo media hora antes de salir a entrenar a las tres de la mañana; regresando, mi mamá tenía otro desayuno y todo listo para luego ir al colegio. Todos funcionábamos alrededor de eso, éramos y todavía somos una estructura".