Cuando restaban 40,4 segundos en el reloj, James agregó un triple que selló el partido –o mejor dicho, que selló la serie–. Luego giró sobre sí mismo y posó para algunos aficionados que le celebraban a gritos la anotación.
Un robo y una clavada a dos manos seis segundos después, seguidos de un balón perdido por los Celtics, pusieron en marcha la fiesta de los aficionados del Heat.
El duelo había terminado; Miami y los Celtics lo sabían. El entrenador de Boston, Doc Rivers, permaneció de pie en silencio cerca de la banca con los brazos cruzados frente al pecho, mientras James agotaba el tiempo en la última posesión ofensiva de Miami.
Y, desde luego, anotó.
Boston estaba acabado, profundamente desgastado por un adversario más joven y más robusto. Los Celtics ganaron los tres primeros encuentros entre ambos clubes esta temporada, y luego perdieron cinco de los últimos seis.
Wade fue derribado sobre algunas butacas junto a la cancha cuando intentaba atrapar el último rebote, pero eso únicamente prolongó el momento final. James se puso de rodillas para orar por varios segundos, y luego corrió para fundirse con Wade en un prolongado abrazo mientras los espectadores festejaban con exclamaciones ensordecedoras.
Justamente por eso se quedó con Miami, al tiempo que James y Chris Bosh llegaban al equipo: para buscar el campeonato.
Aún resta medio camino. Ahora Miami debe enfrentar a Chicago o Atlanta en una serie que podrÍa comenzar el domingo. Chicago encabeza la serie 3-2.
Ayer, el Thunder de Oklahoma aplastó a los Grizzlies de Memphis, 99 puntos contra 72, para irse arriba 3-2 en la semifinal del Oeste. Kevin Durant (19) y Daequan Cook (18) lideraron la anotación.