Osman practica el judo desde los seis años. La in fluencia de su padre, Omar Murillo, quizá fue lo más determinante para que este joven estudiante de derecho de la Universidad de Costa Rica dejara de lado las mejengas, la natación y la gimnasia e hiciera del judo su pasión.
La inocencia de niño hizo que viera ese arte marcial como un juego y no como un deporte. Empero, tras ingresar al colegio y participar en torneos su percepción cambió.
El giro que tomó su pensamiento le permitió alzar la voz y mientras observaba la inauguración de las Olimpiadas de Barcelona 92, le dejó saber a su papá su sueño: convertirse en un deportista olímpico.
“Estar ahí (en las Olimpiadas) lo vi como algo posible”, recordó.
Sus esfuerzos se redoblaron, los de su padre hicieron lo mismo.
Su historial se empezó a engrosar. Las competencias estudiantiles les facilitaron un primer contacto con la escena internacional, mientras que los torneos locales no los dejaba pasar desapercibidos.
Osman tenía en claro que soñar era parte de la vida, si dejaba de hacerlo, la rutina podría pasarle la factura y ese es su mayor temor.
Pasó calamidades, como es de esperar en un deporte alternativo en este país, pero superó los obstáculos e hizo eco de ser un hombre luchador, adjetivo que según él es el que más lo califica.
En su carrera –de 20 años– lamenta no haber recibido el apoyo económico del Comité Olímpico Nacional, para participar en los Juegos Panamericano de 2007, y le es gratificante la presea de bronce que alcanzó en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, en Mayaguez (Puerto Rico), en el año 2010.
“Teníamos 20 años de no ganar en Costa Rica una medalla en esas competencias, cuando me dejé el bronce grité y fue como un desahogo, porque fue una medalla difícil de ganar. Fueron años de entrenamiento”, contó con un tono acelerado y mirando al suelo.
Esa participación formó parte de los eventos continentales y mundiales en los que compitió durante los últimos cuatro años para asegurarse un boleto.
Su rutina de entrenamiento son 11 sesiones semanales de seis, cuatro o dos horas, segmentadas en dos partes: una de acondicionamiento físico y otra de técnicas, a las que les imprime mucho esmero.
“Lo que se hace se debe hacer bien, la mediocridad y la vagancia afectan a la gente”, enfatizó.
Respecto a la situación política del país, se lamenta de la falta de solidaridad y la carencia de trabajo como un objetivo en común por parte de la esfera política.
“El subdesarrollo no se debe a cuestiones económicas sino a situaciones mentales. Aquí hay que pensar en grande y trabajar en equipo para evitar las enfermedades sociales”, terminó.