Mañana será el quinto y decisivo partido, a las 6 p. m., en el Gimnasio Nacional.
Fue un juego, en realidad, flojo, con dos equipos que cometieron muchos yerros a la hora de ejecutar sus ofensivas.
El maestro Rigoberto Morris (q. d. e. p.) solía enseñar: “Rápido no es igual a precipitado”.
Se vio peor en los desamparadeños, quienes pecaron de exceso de velocidad a la hora de ir al aro moncheño. Como resultado, sufrieron pérdidas de balón y tuvieron malas selecciones de tiro, lo que facilitó el trabajo de los locales.
ARBA sacó ventaja y aprovechó sus virtudes propias.
Con un Gregory Platter (aunque debe jugar menos para la gradería) en plan de director de orquesta, el quinteto rojo (anoche de blanco) estableció diferencias tempranas en el marcador.
La ofensiva naranja (anoche de negro) fue pobre. De los ausentes es feo hablar, pero fue indiscutible que pesó la ausencia de Michael Jackson, quien se hizo expulsar en el partido del domingo anterior.
Las finales se juegan con todo..., mas el corazón no puede ir desligado de la razón: que el pecho esté caliente y que la cabeza se mantenga fría. Para ser justos, a los dos se los comieron los nervios. Sanatura se acercó a un punto (24-23, a 4:30 del final del segundo cuarto), pero le faltó calma para dar un paso más.
Le sucedió de nuevo cuando se pusieron 47-44, a 4:13 para el final del tercer cuarto: ARBA apretó clavijas, con Amaurys Ripoll en plan de ariete, y los desamparadeños toleraron un rali de 10-2 que les puso el choque cuesta arriba.
Con el viento a su favor, los ramonenses no supieron controlar el juego y Henry Martínez, con su colmillo, devolvió al juego a los desamparadeños (67-65, 3:34 del cierre)..., pero de nuevo fallaron ofensivas.
Todo queda para mañana, en un duelo de todo o nada.