Es un futbolista exitoso y el mejor cobrador de tiros libres de su generación. Pero, ante todo, el mejor propulsor de la multimillonaria marca David Beckham.
En 1995 debutó con el Manchester United y pronto demostró su exquisita técnica. En poco tiempo llegó a ser la cara de la reinvención del futbol inglés.
En 1999 llegaría el hecho más preponderante en su carrera: su matrimonio con la exSpice Girl Victoria Adams y la elevación a icono mediático.
Tras ganar de todo con los Diablos Rojos, el Real Madrid parecía el único paso lógico.
Beck se convirtió en la última adición de una galaxia decadente junto a Figo, Zidane y Ronaldo.
Sin embargo, apenas salió con un título en una liga en la que por poco no juega. La misión fue titánica: convencer a Fabio Capello de que era un profesional del futbol y no solo una cara bonita.
Al final, Hollywood lo llamó en una cita impostergable.
Hoy, tras ser el pionero de la expansión de la MLS, David abandona Los Ángeles fortalecido y en busca de nuevos mercados.
Equipos de Francia lo quieren para que sea parte no oficial de la realeza y muchos clubes del lejano oriente le han ofrecido la posibilidad de extender su marca en Asia, donde goza de una adoración semejante a la de muchas deidades.
El negocio continúa.