Buenos Aires . Él nunca quiere renovar contrato por más de un año, aunque el Barcelona le ofrecería diez. Cruyff deslizó que Pep se iba después de Wembley y toda Cataluña entró en pánico, rezó para que se quede. En la rueda de prensa post Manchester, Josep Guardiola despejó las dudas: “Seguiré un año más, lo tengo firmado, luego ya veremos”.
Después de tres años de exhibición tras exhibición, de conquistas y de gloria, al final de cada partido del Barsa nos preguntamos: ¿Cuánto más es capaz de dar este equipo? ¿Cuándo se hartará de ganar? ¿En qué momento surgirán las primeras grietas de discordia dentro del grupo? En resumen: ¿cuándo se extinguirá esta maravilla futbolística?
Seguramente no ha de ser cuando se retire Xavi, su comandante en jefe, tampoco cuando se sienta viejo y pesado Puyol. Ni cuando las piernas de Messi pierdan frescura y velocidad.
No. Será cuando Guardiola diga adiós y se lleve con él la fuerza fabulosa de su convicción. La que aprendió de Cruyff, la que mamó de jovencito en La Masía, pero la que él elevó al límite de la perfección con un rigor casi sagrado: nadie puede revolear la pelota; aún en situaciones apremiantes hay que salir jugando; ni el arquero está autorizado al pelotazo; el toque debe ser como la respiración, continuo, rítmico, sereno. Y atacar, atacar, atacar. Y defender, defender, defender. Y una vez recuperado el balón, tocar, tocar, tocar hasta apabullar al adversario. Y nunca hacer tiempo ni buscar la falta ni especular con el resultado ni ampararse en la condición de visitante. Jamás renunciar a la idea.
¡Que fantástica capacidad de liderazgo y persuasión ha de tener un individuo para lograr que un grupo de deportistas de élite la recoja y aplique tan a rajatabla ...!
Sin buenos futbolistas ningún técnico hace milagros. Se sabe. Y sin geniales artistas como Xavi o Messi, Guardiola no sería el celebrado director de orquesta que es. Pero ni Xavi ni Messi, y menos los otros, jugarían como lo hacen sin el gran guía que ocupa el banquillo. Estos mismos cracks vienen de antes, con Rijkaard. Y jugaban bastante bien, pero estaban a años luz de este ballet.
Guardiola ha logrado lo que todos los entrenadores soñaron alguna vez: tener un equipo casi invencible, audaz, que gane, guste y golee, que derrumbe toda oposición sobreponiéndose al cansancio, a las tácticas adversarias, al aburguesamiento que da el dinero grande. Que mantenga la mística ganadora sin apartarse de la inflexible idea: la estética por encima de todo, aún del resultado.
Marcello Lippi, brillante conductor de la Italia campeona del mundo 2006, declara hoy: “El Barsa es el equipo más fuerte de todos los tiempos. No existe ningún otro que jugara así”. Y agrega que, a lo largo de la historia ha habido conjuntos "excepcionales", como el Inter del argentino Helenio Herrera o el Milan de Arrigo Sacchi, pero insiste en que el juego azulgrana es “un fenómeno único”.
Como él, en estos días han comenzado a afirmarlo todos los analistas, exjugadores y técnicos. El futbol mundial se ha rendido ante una evidencia aplastante. Todo lo conocido hasta hoy eran equipos que acumulaban títulos pero no brillaban, u otros que deleitaban pero les faltaba punch . Hubo, sí, formidables excepciones que han ganado e impactado, Brasil del ’70, el Real Madrid de Di Stéfano, el Santos de Pelé, aunque ninguna unió tal show a la contundencia, y durante tanto tiempo.
El superlaureado alemán Ottmar Hitzfeld, vencedor de dos Copas de Europa entre otra carrada de honores, coincide con Lippi. “Es el equipo más inteligente de la historia”, dice. Y ejemplifica: “El Manchester United pertenece a lo más alto de élite europea, pero el Barcelona está todavía una clase por encima”.
Para cualquier comparación con el pasado es determinante considerar la velocidad del futbol actual y la presión sobre la pelota y sobre el rival. Antiguamente el juego era más posicional, se dejaba al adversario tomar el balón y venirse, se permitía pensar. No es que no se marcara, como se dice erróneamente. Se marcaba, pero el defensa lo hacía una vez que el atacante llegaba a su posición. Y se pegaba el triple que hoy, pero un tópico es pegar y otro marcar a presión, lo que dificulta el armado de juego, ensucia y desbarata la maniobra del oponente. Y en materia de goles, los arqueros actuales son ampliamente superiores a los de 40 años y más atrás por una simple cuestión de experiencia acumulada, de evolución del puesto.
Por ello el mérito del Barsa es inmenso. Ha conseguido lo que nadie con los obstáculos actuales.
Es muy posible que la próxima Liga Española le cueste mucho más esfuerzo que las tres anteriores. Y acaso no la gane. Le será complicado mantener tanto nivel frente un rival feroz como el Madrid, poderosísimo, que además tendrá ya un año de trabajo con Mourinho y dejará la vida por destronarlo. Le va el honor en el intento.
Pero allí veremos una vez más el talento de Guardiola, que ha condensado a todos sus ilustres antecesores, como Rinus Michels, Telé Santana, Helenio Herrera, César Luis Menotti, Alex Ferguson, el propio Lippi, Mourinho mismo y todos los que han vivido para alcanzar esta perfección de belleza y resultados.
¿Estamos frente a un iluminado? Lo sabremos el día que Guardiola deje el Barcelona. Allí veremos si logra implantar su idea en otro club, con otros jugadores, incluso en otro país, con idioma y mentalidades diferentes.