“Vengo a aprender”. Entre un aluvión de periodistas y cámaras (le aguardaba toda la grandiosidad merengue), Keylor Navas se mantuvo humilde en su aterrizaje, como nuevo ídolo, al Real Madrid.
Supo esperar tres años por la titularidad en Saprissa y dos en el Levante. La humildad y la fe son las señas del portero costarricense y ni el color merengue le cambiará.
Así es él. Mas puede que la trama de la novela que el Real Madrid ha dejado crecer en el seno de su portería lo arrastre a una maraña de oscuros entramados políticos.
Keylor Navas se llama el tercer acto de una obra cuyo nombre bien puede ser “El exilio del Santo”. La tercera movida de Florentino Pérez en su larga batalla por quitarle los guantes blancos a Iker Casillas.
Lo que trae Navas no lo ha tenido nunca a su disposición el jerarca madridista. Ni Adán, ni Diego López, cargaban a su llegada con los reflectores que alumbran el camino del portero de más paradas en la pasada temporada y de mejores promedios en el Mundial.
Es, a todas luces, la mayor amenaza que ha enfrentado Iker. También, en el peor momento del Santo Blanco, a quien la triste actuación en la cita de Brasil 2014 le ha despojado del fuero sagrado del amor incondicional de su afición.
Hoy por hoy, la opinión pública en España se divide (dependiendo del portal Web que pregunte) entre Navas o Casillas para la titular.
No en balde, el diario El País publicó dos títulos cruciales para entender la situación: “Keylor Navas y la tristeza de Casillas” y “El difícil relevo de Casillas”.
Y el cuento se alarga: la indecisión del segundo/tercer portero del club no aclara. Jesús Fernández se fue a llenar el hueco que dejó Navas en Levante, pero Diego López se rehusa a marcharse.
Bajando del altar al Santo. En su primer periodo (2000-2006) Florentino Pérez hizo dos intentos, en el 2000 y en 2004, por fichar al italiano Gianluigi Buffon, el único meta con tanto cartel como Casillas.
Fueron pulsos para medir la voluntad del Santiago Bernabéu y en ambas ocasiones la política de Pérez de contentar siempre a la gradería no amparó la salida del portero.
Iker era Santo desde que, con apenas 19 años (el más joven de la historia), se elevó como héroe en la conquista de la Liga de Campeones de Europa de 2000.
Así que cuando regresó a la silla presidencial del Madrid, en el 2009, Florentino ideó otra estrategia.
Se ocupó de un demonio para quitarle el halo al portero blanco. Fue el luso José Mourinho quien se comió la bronca de contentar a la dirigencia y sentar a Casillas.
El polémico entrenador se valió de una lesión para traer a López y, luego, lo acusó de traidor.
Ese fue el primer capítulo. Casillas sufrió en silencio el desaire.
El segundo fue con el actual “míster”. Carlo Ancelotti acudió a una salida más salomónica y menos tranquilizante: la alternancia. Casillas para la Liga de Campeones y la Copa, Diego para La Liga.
El resultado: dos para Casillas (la Décima Champions y la Copa del Rey), cero para Florentino.
“Tú no te puedes ir porque el madridismo te quiere más que a mí”, le dijo Pérez, según pública El País .
Pero llegó el Mundial y la puerta para el exilio de Iker se volvió a abrir. Esta vez personificada por un talentoso e infranqueable arquero salido de Pérez Zeledón.
10 millones de euros, la mayor suma pagada por un portero en el Real, costó esta nueva intentona.