La última vez que la gran cita del balompié coincidió con la época de lluvias y frío ocurrió en Argentina 78. En otras ediciones, como México 86 o Italia 90, hubo agua, pero solo en unos cuantos partidos.
Para entender por qué esta vez se jugará en invierno hay que repasar cómo está estructurado el calendario de FIFA: siempre alrededor de Europa. El Viejo Continente disfruta de un excelente clima por estas fechas (está terminando la primavera y ya casi entra el verano). Al menos la mitad de los mundiales se disputan ahí, además de competencias como la Eurocopa y la final de la
Pasar el Mundial para otra fecha sería una locura: el calendario está saturado y es imposible encontrar un mes libre. Así que el único camino era conseguir una buena dotación de abrigos y convertir a África en anfitrión por primera vez.
En el día el sol calienta, pero la temperatura no pasa de 15 grados. Así fue la Copa Confederaciones de hace un año: todos tiritando.
El Mundial está asociado a imágenes de verano y sol, como la final de Estados Unidos 94, la última que se jugó con luz de día, en una espléndida tarde de California.
Sin embargo, en asuntos de clima nadie puede dar nada por seguro: hace cuatro años, en Alemania 2006, una tormenta casi echa a perder la final entre Italia y Francia. La tromba de agua y viento cayó sobre Berlín dos días antes del gran partido, inundó estaciones de metro y obligó a dejar la cancha del Estado Olímpico en cuidados especiales. Los drenajes hicieron su trabajo y no hubo problema, pero casi hay que jugar otro día.