El plan original de Gerardo Martino era tomarse un respiro de la extrema presión, del alto nivel y de la urgencia de resultados.
Ni la satisfacción de lograr el título argentino con Newell's y llegar a las semifinales de la Copa Libertadores de América tras un semestre de fútbol brillante hicieron que el Tata cambiara su decisión.
Debía dar un paso al costado para recobrar la energía.
Llevaba con la pizarra en la mano ocho años sin parar.
Pero cuando un equipo como Barcelona, con todo su prestigio, todas sus estrellas, todo su estilo de juego, toca la puerta de la casa, por más de que sea un visitante inesperado, hay que dejarlo pasar. Y ya en ese momento se sabe que todo cambió.
Tanto así que la gente de Newell's ni se molestó. ¿Cómo hacerlo? Es la oportunidad de una vida.
Es más, la única excusa para no haber tomado el puesto sería el miedo al éxito y definitivamente Martino no lo tiene.
Los medios de comunicación argentinos y paraguayos, los países adonde dirigió, lo definen como una persona de carácter serio en el trabajo, pero amable fuera de el.
Lo pintan como un hombre directo para la conversación, pero respetuoso en la fórmula.
Dicen que Martino sabe lo que tiene y lo que quiere, por eso ni siquiera tiene un representante que le maneje sus cuentas.
Dicen que es humilde y fiel a sus amigos y que no cambia una tarde con ellos en el Bar-Café Pan y Manteca de su natal Rosario por una entrevista o la entrega de un premio.
Dicen que es uno de los mejores productos de la escuela de Marcelo Bielsa. Si no es que el mejor.
De hecho, El Loco fue el que le cambió su sello de futbolista, pues según describe el propio Martino en la revista digital La pelota no dobla , “era vago y no corría”.
Lo que no cuenta es que era un diez de gran técnica y visión de juego, que después de toparse en su camino con la estrategia de Bielsa se convirtió en ídolo de La Lepra , casualmente el club de origen de Lionel Andrés Messi, de quien no hay nada que decir para presentarlo.
Entrelazados. Es que de alguna manera parece que Martino y Messi estaban destinados a cruzarse.
Según EFE, Tata es el ídolo de Jorge Messi, el padre del crack.
También en su partido de despedida en 1996, Messi de nueve años, recibió seguramente una de sus primeras ovaciones, cuando en el mediotiempo comenzó a dominar el balón en la mitad de la cancha.
Incluso, la Pulga hace unos meses, mucho antes de que existiera la posibilidad de ser dirigido por Martino, adujo que estaba impresionado por el fútbol que estaba practicando Newell’s en Sudamérica.
Es por eso que ayer Martino dijo en el anuncio oficial que está seguro que el astro intercedió en su contacto y contratación.