La eliminación ante Honduras permitió ver la otra cara de Ricardo La Volpe, la del duelo, de la preocupación.
Más allá de las rostros largos de aficionados y seleccionados, llamó poderosamente la atención aquel técnico confrontativo que dejó el caparazón en el camerino para atender a la prensa.
No está claro si fue la derrota o la imagen que su equipo dejó en el torneo, pero lo cierto es que el argentino salió derrotado; agobiado por un desempeño que de seguro no estuvo ni cerca de ser para lo que él trabajó durante meses.
Esta vez no discriminó ninguna pregunta, no enfrentó cuando se le cuestionó, supo asimilar la verguenza deportiva y guardarse el orgullo del técnico exitoso y curtido por los años.
Incluso desfiló junto a sus muchachos por la zona mixta, pasó frente a cámaras, micrófonos y grabadoras y hasta hizo lo impensable: se detuvo para atender a los medios pese a no haber pasado ni 20 minutos del final de la conferencia de prensa.
La Volpe quería hablar, no esconderse en la derrota, eso es parte de ese “cartelito” suyo.
Quería dejar claro que fue un tropezón, que lo suyo es el proceso y que si consigue trabajar lo que necesita, él puede hacer de Costa Rica aquel México que lo ganaba todo, que “pasaba caminando”.
Preocupación. Pero no queda claro cuánto de ese discurso defiende a Costa Rica y cuánto a su imagen de técnico ganador.
Un estratega vive de resultados y él hace rato los busca, él tiene una imagen que reforzar porque nadie puede mantenerse solo de las glorias pasadas.
El cartel de La Volpe necesita de los triunfos, de los títulos y del aplauso, de la aprobación de los otros, no de las críticas y del murmullo, no de la derrota.
Su discurso se debate entre las excusas y las verdades: es cierto que no tiene el conjunto que quiere y es cierto que muchas veces su sistema falla por las deficiencias del recurso humano, pero también es verdad que todo eso era parte del reto, que él conocía que su equipo titular está a miles de kilómetros de Costa Rica.
La Volpe y la Sele comparten una necesidad mutua, ojalá que los resultados lleguen, qué importa si por eso el caparazón regresa.