Bloemfontein. Cada ciudad tiene un
El término significa “Fuente de flores” y se lo pusieron hace siglos los colonizadores afrikáaners. Abundan las rosas, un bello decorado natural que ayer por la tarde brillaba con el sol cálido: 15 grados. Por la noche es otra historia.
Para proteger la multiculturalidad, también conserva su nombre en idioma africano, Mangaung, que significa “lugar de los guepardos”. Siempre usa los dos nombres, como los personajes de las telenovelas venezolanas.
A diferencia de Johannesburgo, Bloemfontein no sueña con ser una versión africana de Nueva York. Solo tiene dos edificios altos, un banco y unas oficinas de gobierno. Es la capital judicial de este complicado país donde tres ciudades tienen rango de capital, muy a la tica, para quedar bien con todos. Y ninguna es Johannesburgo, la más grande y activa económicamente, epicentro del Mundial.
Las calles son anchas y ordenadas, una exageración para el poco tráfico que había un viernes en hora pico. Podrían ayudarle a planificar a otras ciudades sudafricanas, donde los vehículos no cabrían ni aunque les abran un carril adicional sobre la acera.
El estadio de Bloemfontein está en el corazón de la zona urbana. Ayer, antes del partido de Honduras y Suiza, las dos aficiones convergían en perfecta armonía. Cómo se van a pelear, si apenas se medio conocen. Honduras tiene una furiosa rivalidad futbolera con Suiza, pero la otra, la de Centroamérica. No hay ningún conflicto con estos alpinos de mejillas rosadas, primos de Heidi, que probablemente nunca hayan visto un disturbio fuera de un estadio.
Los suizos toman cerveza antes del partido pero el alcohol no los vuelve agresivos. Nada de pasarle la bandera por la cara a otra persona, o de anunciarle goleadas con el puño cerrado. Si no fuera por las camisas rojas con la cruz blanca en el pecho, parecería que van a una Asamblea de la ONU.
Los hondureños, abatidos por las dos derrotas previas, llegan con cara de que solo están cumpliendo un compromiso. El tour está pagado, ni modo. Me recuerdan a la afición tica hace cuatro años en Hanóver, contra Polonia, con la
En Sudáfrica hay menos demanda por entradas. La reventa se frotó las manos con Brasil-Portugal, pero pasa de largo por Suiza-Honduras. En Bloemfontein no hay nadie diciendo “tickets” discretamente, para que la policía no lo vea, algo que sí ocurre en el Soccer City.
“¿Cómo les va a ir hoy?”, le preguntamos a un hondureño. “¿Quién sabe?, está difícil”, contesta de primera entrada. Se nota pesimista. “Soy de Costa Rica”, aclaro. Entonces cambia de tono: “No nos vamos a ir del Mundial sin sacar por lo menos un empate, tal vez hasta ganemos, ya pasaron los más difíciles del grupo”. No suena muy convencido, pero no se va a dar por menos. Se vuelve y le pregunta a un compañero a qué hora van a ir al