Usted vivió largos períodos en banca, se tuvo que ir a Segunda, luego de haber sido seleccionado y ahora su presente es distinto, ¿cómo vive esta nueva situación en su carrera?
Una consigna que tenía era volver a jugar en Primera y trabajé para volver y volver bien. El tiempo que estuve en Segunda División me ayudó a madurar en ciertas cosas que quizás no hacía bien y aprendí cosas importantes, como leer el juego y las salidas que me costaban bastante.
Una cosa es querer y otra cosa es poder, ¿cómo le hizo?
Yo me propuse metas al corto plazo y me he propuesto alcanzarlas: ser seleccionado, tener regularidad en el equipo, ser uno de los mejores porteros del país. Acá, el equipo tiene una consigna que es trabajar sin límites, sin techos y esa mentalidad me ha ayudado mucho.
¿La pasó mal en esa época?
Fue muy duro porque ni en banca quedaba, hubo momentos muy duros en los que me encerré en mi cuarto a llorar, desesperado por no jugar.
El puesto de portero es ingrato, ¿no se le ocurrió pensar en que si usted fuera mediocampista, delantero, defensa podría jugar más?
Sí claro, a uno le pasan muchas cosas por la cabeza; sobre todo, retirarse, dedicarse a otra cosa. Tuve la virtud de esperar y luché por eso. Y ahorita que don Marvin (Solano, técnico del Barrio México) me da la oportunidad, para mí es importante darle rendimiento al equipo.
¿Cuáles cree que son sus fortalezas?
Siempre me gustó ayudar a los muchachos más nuevos, trabajar en grupo. Siento que he mejorada las salidas, que era un defecto que tenía, me costaban mucho. Como persona me considero una persona tranquila, siento que he logrado cambiar muchas cosas en lo personal y eso me ha ayudado.
¿Qué debe mejorar?
A mí me cuesta mucho sacar con el brazo: no me gusta, confío más en el pie, aunque hay jugadas en los que se debe hacer para darle salida más rápida al equipo. Siento que tengo que trabajar más eso y la salidas..., y también el achique, sobre todo en estas canchas que son tan rápidas y uno puede cometer un penal –ya ha pasado–. Con el entrenador de porteros, Javier Elí (Ávila), hemos mejorado.
Michel Platini (actual presidente de la UEFA) dijo que el día que él se retiró ese fue el día que murió; usted quiso retirarse y esa es la decisión más dura para cualquier jugador, más aún para uno joven. ¿Qué evitó que diera ese paso?
Una vez llegué a mi casa, estaba con Liberia, y le dije a mi mamá que ya no quería seguir en esto, que estaba cansado de que muchas veces me levantaba a las 4 de la mañana para coger un bus a las 5 y llegar a entrenar a las 7:30, viajaba todos los días desde Cañas. Fueron seis meses terribles porque ni nos pagaban y sentí que era mejor dedicarse a estudiar.
“Mi mamá me dijo que me quedara tranquilo, que algún día todo lo que estaba haciendo se iba a ver recompensado en la cancha. Recuerdo que como a los cuatro días expulsaron al portero y me dijeron que yo iba a jugar: si no hubiera pasado nada, esa semana yo me iba a retirar”.
En el 2004, usted estuvo en el preolímpico de Guadalajara, me acuerdo que ni siquiera se había montado en un avión...
(Risas) Yo iba muy nervioso, la verdad..., hasta iba sudando. Tenía la idea de que algo pasaba con el ala. (Adrián) De Lemos se me quedaba viendo, se ponía a reir. Carlos Hernández era el que más molestaba.
A lo que iba es que desde entonces ya ha corrido mucha agua debajo del puente. Usted ya no es aquel muchacho.
Hay mucho cambio. Cambié mucho la manera de pensar, la manera de tomar las decisiones, porque tomé muchas equivocadas. Uno siempre comete errores pero ya no son tantos. El cambio que hice a Segunda División fue importante porque maduré. En Santa Cruz un entrenador llamado Gilberto Sandoval me ayudó mucho.
El legendario portero argentino Amadeo Carrizo dice que para ser un grande en el marco hay que “comerse” 200 goles “boludos”. ¿Cuántos se ha “comido”?
Como unos 40 goles malos...
Le faltan 160.
Sí (se sonríe). Yo siento que me queda bastante carrera, me falta bastante. Ojalá que no me “coma” más de 200, porque si no, ¡imagínese! Si me meten un gol malo, hay que seguir para adelante.