Barcelona. EFE. Tito Vilanova dejó de ser desde ayer entrenador del Barcelona. A la segunda recaída, decidió que su salud, su vida, es más importante que dirigir a su equipo del alma, porque el cáncer no conoce de sueños, ni de deseos, ni tampoco de anhelos.
A Tito esa cruel enfermedad le golpeó por primera vez en noviembre de 2011.
Entonces, era el segundo de su amigo Pep Guardiola, y ni se imaginaba que, cinco meses después, el club le propondría sustituir al mejor entrenador de la historia del Barça y le daría las riendas de un equipo de estrellas para que demostrara que no solo era un genio de la pizarra, sino también un excelente gestor de los recursos humanos.
Se operó de un tumor en una glándula parótida en el hospital de la Vall d'Hebron un 11 de noviembre, víspera de un partido de la Liga de Campeones ante el Milan.
Tras pasar por el quirófano, Vilanova se reincorporaba progresivamente al trabajo dos semanas después y, en mayo de ese año, el doctor Ricard Pruna confirmaba que el técnico catalán estaba “médicamente curado”.
Tras el adiós de Guardiola, Tito se convirtió, ante la sorpresa del entorno barcelonista, en el primero de a bordo.
Asumió la dirección en el verano de 2012. Reconoció que perdería “todas las comparaciones con Pep”; pero, en lo deportivo, ganó la primera de ellas al firmaren la Liga una primera vuelta de ensueño.
Sin embargo, el cáncer irrumpiría de nuevo en la vida de Tito para ponerlo todo patas arriba, incluido el vestuario que dirigía con enorme éxito hasta entonces y que acusó, esta vez sí, el delicado estado de salud de su líder, demasiadas veces ausente del día a día.
El 19 de diciembre por la mañana, el Barcelona enviaría a los medios un comunicado anulando la comida de Navidad, preludio de una malísima noticia; como fue la de la tarde de ayer la anulación del entrenamiento vespertino y la convocatoria de urgencia de la rueda de prensa en la que el presidente del club, Sandro Rosell, y el director de fútbol, Andoni Zubizarreta, anunciaron esta segunda recaída.
Desde finales del año pasado fueron frecuentes los viajes de Vilanova a la ciudad de Nueva York para iniciar un nuevo tratamiento.
Los rumores sobre su estado de salud, que no cesaron pese que él mismo y el propio Rosell no se cansaban de decir una y otra vez que todo iba bien.
La última semana estuvo marcada por el desencuentro de Guardiola y Tito, por la forma tan distinta que dos personas, que se conocen desde hace 28 años, tienen ahora de percibir la lealtad y los códigos de amistad y cariño.
Ahora, puesto todo lo que está pasando en perspectiva, este conflicto parece de lo más fútil.
Los dos debían reencontrarse el próximo miércoles, en Alemania, en el amistoso que el disputarán el Barça y el Bayern de Múnich..., pero Tito no estará.
Ahora, el fútbol o arreglar su relación con Pep quedaron absolutamente en un segundo plano.
A su 44 años, Vilanova lucha por algo mucho, muchísimo más importante. “Cuando me detectaron la enfermedad, lo primero que pensé es que mis hijos aún me necesitaban”, confesó tras superar el cáncer aquella primera vez.