Los franceses llegan al Mundial de Brasil entre la cólera y las ganas de limpiar su imagen. El trauma por el fracaso del 2010 aún está fresco en la memoria para ignorarlo.
El trago fue duro de digerir para los galos, ya que estos quedaron eliminados apenas en la primera ronda tras perder dos partidos –contra México y Sudáfrica– y empatar a cero contra Uruguay.
Un papelón producto de una riña interna entre el técnico de ese entonces, Raymond Domenech, y varios jugadores como Nicoláss Anelka.
Ahora la brigada azul, bajo el mando de Didier Deschamps, llegará a Brasil con la única intención de limpiar su imagen y demostrar que aún tiene algo que decir en competiciones internacionales.
Porque desde aquel famoso cabezazo de Zinedine Zidane a Marco Materazzi en la final de la Copa del Mundo en el 2006, que la ganó Italia en penales, la participación de Francia en los torneos internacionales ha dejado mucho que desear.
En la Eurocopa del 2008 se quedaron en la fase de grupos y en el 2012 cayeron eliminados en cuartos de final jugando mal.
Pero a pesar de todo, no se puede olvidar que se está hablando de un campeón del mundo, uno que puede pasar de las genialidades de Zidane a armar una guerra civil en el camerino con la misma facilidad.
La fortaleza de los franceses radica en la calidad individual de sus figuras, no se debe menospreciar a un equipo que cuente con la visión de Mathieu Valbuena, el fuelle de Blaise Mattuide, la recuperación de Paul Pogba, el zigzagueo de Samir Nasri y la pólvora de Karim Benzema y Olivier Giroud.
Todo lo anterior combinado a la preponderancia de Franck Ribery hace de la ofensiva francesa un tema serio para cualquier zaguero.
Además, atrás están blindados por defensas de la calidad de Raphael Varane y Mamadou Sakho, ambos acuerpados en la portería por Hugo Lloris.
Grandes hombres que destacan por su calidad individual en sus clubes; sin embargo, tienen que demostrar que pueden trabajar en conjunto para ser una amenaza.
Les blues llegaron al Mundial con pasión, al superar a Ucrania en el repechaje con una remontada épica gestada en Saint Dennis. Con tres goles, los franceses se levantaron de su derrota de 2-0 en la ida.
Un cierre heroico para una eliminatoria mezquina, pero es mejor llegar así al Mundial que con un gol polémico anotado con la mano como lo hizo Thierry Henry en el 2009. Si esta Francia llega enchufada a Brasil puede aspirar a lo grande.