Hasta hace unos meses, el delantero portugués Cristiano Ronaldo todavía era de alguna manera desacreditado por muchos.
Ni siquiera llevar en su espalda a un club del peso del Real Madrid era suficiente para que hubiese un criterio unificado del alto valor que tiene lo que hace en la cancha.
La sombra de la máxima estrella de Barcelona, Lionel Messi, siempre estaba tapando al merengue.
Era demasiado amplia para que absolutamente todos pudiesen ver al oriundo de Funchal de Madeira corriendo a velocidad de automóvil de carreras, saltando a alturas dignas de otra especie de ser vivo y chocando como si el material de su uniforme fuera hecho de plomo.
Es que la poca luz que se filtraba entre las piernas más cortas del argentino no alcanzaba para iluminar a CR7 por completo. Principalmente a ojos de sus detractores, que son quizás una cantidad similar a la de sus partidarios, muchos alimentados en gran medida por factores extrafutbolísticos.
Porque Ronaldo vive así, se mece en una balanza de amor puro y de odio crudo. Unos lo defienden a capa y espada hasta cuando hace alarde de ser “rico, guapo y buen jugador” y otros lo crucifican hasta cuando algún gesto extraño es captado por accidente en una cámara.
Sin embargo, el año 2013 fue clave para el portugués. Y no solo por el obvio significado de sacudir la red la escandalosa cifra de 69 veces en solo 59 compromisos.
CR7 decidió que era hora de zanjar la discusión. Decretó que era tiempo de volver a donde alguna vez llegó: a la cima del deporte más popular del orbe. Poco antes de que el destino le pusiera en su camino al argentino zurdo de la técnica privilegiada y el enganche único.
Así que a punta de goles de todo tipo (de derecha, de zurda, de cabeza, de penal, de tiro libre, de taquito), algunos tan importantes como para meter casi que por sí solo a Portugal al Mundial , logró que cualquier otro detalle comenzara a pasar a un segundo plano.
Ronaldo habló en el terreno de juego. Le gritó a todos que está en la palestra, incluido Joseph Blatter.
Ritmo. La aceleración con la que arrancó la temporada 2013-2014 fue absurda: se desbocó en la liga española con 18 anotaciones e hizo lo mismo en la Champions League , donde impuso un récord de tantos en primera fase, con nueve.
Y en medio de todo eso hizo los cuatro goles en la publicitada serie de repechaje a Brasil 2014 ante la Suecia de Zlatan Ibrahimovic.
Es tanto su impacto en este semestre que FIFA, fiel al estilo FIFA, extendió el período de votación para el Balón de Oro 2013, el cual ya todos ponían en la sala de trofeos del francés Franck Ribéry (se definirá el próximo 13 de enero en Zúrich).
Por eso y más, ahora todo lo que llega a Cristiano Ronaldo son alabanzas, premios y reconocimientos, justo como el de la Orden del Príncipe Enrique de Portuga l.
Parece que con este 2013 nadie puede desacreditarlo más. Se sacudió, tuvo su revancha y tal vez el 13 de enero regrese a la cima.