Johannesburgo. Sudáfrica 2010 va a terminar como el tercer Mundial con más aficionados de la historia. Más de 3 millones de espectadores habrán visto los 64 partidos cuando la Copa se termine el próximo domingo.
La medalla de bronce no está nada mal, tomando en cuenta los problemas naturales del país anfitrión. El viaje es largo y caro, más del doble de ir a Europa, en horas y en dinero. Con el añadido de que en el Viejo Continente es posible brincar de un país a otro fácilmente y apreciar maravillas del arte: de un lado está la Mona Lisa, en la otra acera el Guernica y doblando la esquina el David.
En Sudáfrica no hay mucha opción para hacer turismo extra mundial. Por supuesto que los safaris son obligatorios, pero nada más; no hay vecinos para visitar.
La delincuencia también espantó a los turistas. Fue el gran tema. Afortunadamente el Mundial casi no registra incidentes de criminalidad, tal y como anunciaron ayer con satisfacción los organizadores. Claro, no hay asaltos porque la mayoría de los visitantes se queda en el hotel, o no pasan del bar de la esquina, advertidos hasta la saciedad de que no pueden aventurarse por calles desconocidas.
También es cierto que hay mucha presencia de uniformados en la calle. Los policías son amables, se ve que recibieron formación en servicio al cliente, y por lo menos estos días no abusan del bastón.
Los oficiales les dicen “Sir” a los turistas, o incluso “boss” (jefe). Entre los sudafricanos negros, todos son “sis” (diminutivo de hermana) o “bro” (hermano).
Los aficionados también se ganaron ese respeto: llegan en orden al estadio, hacen bulla y toman los buses de regreso. Todo sin incidentes. A la mayoría de los barrasbravas los atajaron en el aeropuerto; los que se pudieron colar entran de puntillas al estadio, en silencio, porque al primer exceso saben que los pondrán en un avión.
El primer lugar en asistencia seguirá siendo de Estados Unidos 94, con sus 3,5 millones de personas. Cada partido era un tumulto gigantesco: promedio de 68.000 por partido, gracias a esos estadios colosales, empezando por el Rose Bowl y sus 94.000 asientos.
Estados Unidos no tenía, ni tiene aún, tradición futbolera como para sostener semejantes cifras. Pero las enormes colonias de inmigrantes ayudaron a sobrepoblar las boleterías: los colombianos iban con pelucas del Pibe Valderrama y México ni para qué, jugaba como en el Azteca.
El segundo lugar de todos los tiempos es para Alemania 2006. Nada como un Mundial en el centro de Europa, entre primavera y verano. Los tiquetes se agotaron y las agencias de viajes se echaron una mina de oro a la bolsa. Hasta la pequeña Costa Rica, que jugó la inauguración, envió su contingente de 3.000 compatriotas. A lo mejor algunos todavía están terminando de pagar el viaje.
Sudáfrica ganará el tercer lugar, impulsado por el Soccer City, esa mole del distrito de Soweto que puede reunir a 94.000 personas. Durante el Mundial el aforo bajó a 86.000, para instalar tribunas de prensa adicionales.
La mayoría de los aficionados firmó el acuerdo tácito de respeto con los organizadores. Solo hay pequeñas excepciones, como el desequilibrado que fingió andar en silla de ruedas para meterse corriendo a la semifinal entre España y Alemania.
No sé si este tipo, que es italiano, será soltero o casado. Pero si algún día organiza una boda, le deseo que alguien se meta corriendo en la iglesia haciendo escándalo, con la camisa de Supermán que él andaba el miércoles, y le arranque el ramo de flores a la novia, a ver si le parece gracioso.