Armando en la mala hora

Cuenca (Ecuador). Los ecos de la derrota ante Portugal aún resonaban en sus oídos, pero Armando Rodríguez, entrenador nacional de la Sub-17, confiaba, a la 1:30 a.m. del jueves, que la inminencia del día también le trajera la claridad necesaria para encontrar las respuestas que todos esperábamos.

Cuando hablamos con él, en la habitación del hotel, la tranquilidad había logrado instalarse en su rostro, desplazando la mueca de desazón que lo envolvió cinco horas antes, al término del fatídico partido ante los lusitanos, que marcó nuestra eliminación del Mundial Infantil de Ecuador. Este es un extracto de la conversación.

-Usted dijo que el equipo no se cayó, pero ¿no es un argumento poco convincente?

-No. En la derrota convergieron muchos factores. Erramos goles cantados, perdimos a Douglas Barquero, el pilar defensivo; estuvimos deficitarios en la administración y recuperación del balón.

Entonces ¿es o no justo que se caiga el equipo?

Si alguien falló en esto fui yo.

-¿En qué?

-En no poder mantener a los muchachos 90 minutos concentrados y sin cometer errores; en no haber previsto los fallos que tuvimos.

-¿Por qué fuimos deficitarios en ofensiva?

-Es un mal nacional, inherente al carácter de los costarricenses. Nos cuesta enfrentar situaciones difíciles y resolverlas. Los ticos siempre buscamos excusas.

-Usted mencionó que uno de los problemas del grupo fue la diferencia de contextura física frente a sus rivales. ¿Por qué escogió gente tan joven, que no frisaba el límite de edad para este campeonato?

-Esta infantil costó un mundo armarla porque no había futbolistas que se ajustaran a la edad establecida. Tuvimos que armar el equipo con gente que participaba en moscos.

-¿Por qué nunca apareció la Selección que todos esperábamos, aquella que usted decía que combinaba, como pocas, lo de ganar y gustar?

-El nivel del Mundial fue más alto que el del premundial de El Salvador. Estuvo muy por encima. Acá nos topamos con jugadores más maduros, más formados, que hacen movimientos más claros.

-Si el problema es de desarrollo físico-atlético y de manejo de fundamentos y principios técnico-tácticos, ¿por qué no mejoramos en ese aspecto?

-Ese es un trabajo integral que en Costa Rica hacen muy pocos equipos, yo diría que dos o tres. El resto trabaja de una manera muy artesanal. Si pensamos en cambiar las cosas, hay que pensar en procesos más integrales, que contemplen el establecimiento de escuelas de talentos, por ejemplo.

-¿Qué nos faltó para llegar más lejos?

-En realidad hay cosas que no podemos trabajar si no tenemos las condiciones necesarias. Por ejemplo, los jugadores debieron trabajar desde hace un año en un gimnasio, haciendo un trabajo de pesas. Ese trabajo no se hizo porque nunca pudimos juntar a los futbolistas.

-¿Qué conclusiones saca?

-No podemos venir a este torneo con jugadores de talla tan baja; no lo digo por nadie en especial. Tenemos que lograr el equilibrio entre la estatura y el talento. Lo otro pasa por lo motivacional.

-¿A qué se refiere? -El costarricense no tiene espíritu de lucha; a nosotros siempre nos han regalado todo y eso, que es cultural, se refleja en una cancha de futbol.

-¿Se requieren técnicos más fuertes, más temperamentales?

-Esto es un proceso de enseñanza y aprendizaje; soy educador y hablo con conocimiento de causa. Uno debe enseñar por convencimiento, no por temor.

-¿En qué falló el equipo?

-En algo recurrente en el futbol nacional: la concentración. Carecimos de un líder que tranquilizara y ordenara al grupo, que juntara a las mentes dispersas y las uniera.

-¿Fue por inmadurez?

-Influyen muchos factores. Son jugadores de 16 años; arrastran problemas psicológicos y sociales. Nosotros comenzamos perdiendo fuera de la cancha. No tenemos las condiciones necesarias para concentrar adecuadamente a los jugadores; no hay una casa club, no hay una buena cancha y, encima, el Ministerio de Educación no coopera con los jugadores.