Redacción
Del tridente ofensivo del Barcelona, de nuevo es Luis Suárez quien más maltrata a Keylor Navas.
El arquero sumó este sábado su segundo partido consecutivo de no perder en la casa blaugrana y sin recibir goles de Lionel Messi y Neymar.
En el enfrentamiento, el charrúa aprovechó la mala marca de Lucas Vásquez para anotar de cabeza dentro del área el primer tanto del cotejo, al 53', el tercero que le hace al tico desde que llegó al Madrid.
En cambio, el argentino disparó cruzado al palo izquierdo de Navas, después de un pase magistral de Iniesta, y Neymar mandó por encima del arco su jugada más peligrosa, tras quitarse de encima, con un enganche, la marca de Carvajal y rematar desviado, ante la reacción de Navas, que atinó a lanzarse.
El resto del duelo fue muy tranquilo para el guarvallas tico, quien solo participó con una tapada en la primera mitad, tras un cobro de tiro libre de Messi que retuvo con sencillez.
En el segundo periodo, hizo un buen achique para frenar la corrida de Suárez, pero la acción estaba en fuera de juego, y en el épilogo del cotejo, al 90+2', se produjo la acción más determinante del compromiso. El arquero salió de puños para rechazar una pelota, cuando Messi se disponía a buscar el remate de cabeza.
En el rebote, Sergi Roberto cabeceó al arco desde fuera del área aprovechando que Navas aún estaba desubicado, pero Casemiro se plantó en la línea de gol para rechazar la pelota y salvar a los blancos.
Celebración. En general, Keylor vivió un compromiso muy tranquilo, sin grandes sobresaltos en la retaguardia, la diferencia fue que, en esta ocasión, celebró como pocas veces lo hace.
Es difícil verlo eufórico. El semblante serio y una sonrisa que apenas se nota lo acompañan casi siempre... excepto este sábado, cuando Sergio Ramos perforó las redes blaugranas en el epílogo del juego para mantener el invicto de 33 partidos, el arquero corrió desde su arco para celebrar en puño con sus compañeros.
Levantó los brazos al ver desde lo lejos como el central anotó de cabeza el empate que silenció el Camp Nou y luego recorrió desaforado el campo, con su uniforme amarillo fosforescente, hasta abrazar al capitán merengue.
Esta vez no celebró en solitario, encogiendo los brazos y mirando al cielo como lo hace siempre. Gritó, abrazó y corrió, como si fuera un jugador más de campo.