Gdansk. España esperaba una Italia encerrada, de regreso al pasado del catenaccio , con cinco defensas o con tres centrales, olvidando el buen juego que tanto gusta y predica Cesare Prandelli.
Sin embargo, el técnico azzurri engañó a todos: sobre el papel, su esquema era conservador. Sobre el césped, muy atacante.
Los días previos al choque se especulaba con retrasar al centro de la defensa a un medio centro con cierto gusto por el balón como Danielle De Rossi. En su lugar iba a jugar Thiago Motta, más conservador, para barrer del campo a Xavi Hernández, Xabi Alonso y Andrés Iniesta. La profecía se cumplió y ambos jugaron donde se esperaba.
De Rossi lo hizo junto a dos centrales, Giorgio Chiellini y Leonardo Bonucci, los dos cerrojos de la Juventus; en total, una línea de tres con dos laterales (Federico Balzaretti y Christian Maggio).
Prandelli sorprendió colocando en la zona izquierda a Emanuele Giacherini, jugador polivalente, sin experiencia con Italia y que sentó a Balzaretti. Suele jugar de delantero y hoy realmente actuó de extremo. Ahí estaba el truco.
Los dos laterales se convirtieron en dos liebres que subieron y bajaron la banda sin parar. Cada vez que Italia tenía el balón en el campo de España, cinco o seis jugadores atacaban a la vez: la táctica más defensiva fue la más ofensiva.
De Rossi sabía sacar la pelota, Pirlo hizo de cerebro (con detalles de Marchisio) y la magia de Cassano apoyó las continuas subidas de los laterales; así, Prandelli dio una lección a aquellos que creyeron en la vuelta del catenaccio .
En la primera parte, Italia fue la dueña del partido. Luego España intentó cambiar la dinámica..., pero el engaño estaba hecho.