Hoy es uno de los días más importantes en la historia del deporte costarricense. Hoy se inicia el primer Mundial de fútbol de FIFA organizado en el país. Es más, en toda Centroamérica.
Y no solo se trata de que finalmente sí se tendrá la posibilidad de ver a 16 grupos de talentosas adolescentes de todo el planeta corriendo detrás de una pelota en búsqueda de un valioso trofeo.
Se trata de haber sacado adelante un proyecto-país de enorme magnitud. Se trata de haber superado un rocoso camino, lleno tropiezos y adversidades. Se trata de corroborar una premisa impresa en la sangre del tico, una que dice que con esfuerzo y trabajo, los objetivos se cumplen.
Porque organizar un Mundial de cualquier categoría y género no es fácil. Quedó demostrado en estos últimos tres años.
Los dirigentes lo pueden poner de manifiesto. Los antecedentes que se pueden encontrar publicados en este diario también.
Es que cuando el 3 de marzo del 2011 FIFA designó a Costa Rica como la sede del Mundial Femenino Sub-17 2014 hubo mucha alegría, emoción e incredulidad.
¿Cómo no? Si ante todos se posó un reto organizacional épico para nuestra realidad.
Tanta fue la sorpresa, que los que estaban al mando se quedaron pensando: “Ok, ¿ahora, esto con qué se come?” El problema fue que así pasaron casi dos años.
Dificultades. Costó demasiado entender que el “pura vida” no alcanzaría para sacar la tarea. El precio de no haber captado con inmediatez el significado de un Mundial y lo que conlleva su ejecución fueron un susto y una vergüenza mayúsculos, quizás hasta de un peso mayor que los más de $12 millones que se invirtieron hasta el momento en su organización.
Ante la creciente preocupación de FIFA por los escasos avances en las obras necesarias, el 22 de febrero del 2013 la Fedefútbol decidió lavarse las manos y con suma discreción envió una carta aceptando que no cumpliría con los plazos, pues había demasiado retraso.
Seis días después, el ente deportivo más poderoso del planeta anunció en su sitio web que Costa Rica no era más la sede.
Ahí surgieron otros sentimientos muy distintos a los del inicio de la travesía, tales como la indignación o el enojo, que tocaron los nervios de muchos ciudadanos.
Principalmente de la presidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla, quien aunque fue criticada ampliamente a lo largo de su gestión, tuvo uno de sus mayores aciertos al reconocer la oportunidad que se estaba dejando pasar. Luchó por el Mundial, ofreció garantías con sello político y lo trajo oficialmente de vuelta el 21 de marzo.
Cambios. Ahí empezaron los cambios, que consecuentemente tendrán hoy el Estadio Nacional lleno a reventar para la ceremonia de inauguración y para el debut de una muy ilusionada selección tica ante su similar de Venezuela.
Hubo una inédita facilidad de tramitación, una envidiable cooperación entre todas las partes y un convincente poder de decisión, situaciones que, sin duda, tendrían a Costa Rica en otro estándar de ser siempre así en todos los campos.
Esto aunado al compromiso de todos los que en algún instante agarraron un plano, un martillo, un teléfono o hasta una escoba.
Es decir, se aprendió la lección.
Por todo eso, Costa Rica empezará hoy una fiesta que durará hasta el 4 de abril, día de la definición.
El país entrará a la recta final de su más grande desafío en cuanto a deporte se refiere. Y es la que más se disfruta: los partidos, los enganches, los cánticos, los goles, la polémica, las celebraciones.