La evolución de Francia ha sido lenta pero constante, todo de la mano de Didier Deschamps.
El estratega, quien hizo su currículum como técnico en el Olympique de Marsella y la Juventus, tomó el timón del barco francés en el medio de un huracán de escándalos y polémica.
La llegada de Deschamps era lo lógico, después del motín interno que derrocó a Raymond Domenech durante Sudáfrica 2010.
Esto se sumó a la pésima imagen que dejó el combinado galo en la Eurocopa del 2012, tras caer en cuartos de final ante España, a cargo de Laurent Blanc, quien dirigía en ese entonces y renunció por problemas con la federación. Además, al volante Samir Nasri se le condicionó por insultar a un periodista tras la eliminación.
El caos consumía a una generación talentosa de jugadores y quién mejor que poner orden que Deschamps, el capitán de la selección francesa de 1998, la que conquistó la Copa del Mundo.
Una pizca de locura. Después de una eliminatoria mezquina, los galos, que quedaron de segundos en el grupo de España, tuvieron que ir a repechaje ante Ucrania.
En la ida cayeron por dos tantos y fue cuando estuvieron contra las cuerdas que el equipo reaccionó en el estadio Saint Dennis. Impulsada por todo un pueblo, Francia venció a los eslavos 3-0, un resultado histórico, ningún equipo había logrado remontar un 2-0 en un repechaje.
Cuando se le preguntó del resultado, el timonel nada más dijo que para haberlo conseguido se necesitó un toque de locura.
A pocos meses de que se inicie el Mundial, Deschamps hizo un llamado a la calma, no se considera favorito por sus últimos resultados pero, como lo dijo al inicio de la eliminatoria, “daremos guerra”.