Este equipo de Óscar Washington Tabárez llega a saldar una deuda histórica. Ya son décadas de malas presentaciones, de hipotecar y perder la gloriosa estela de dos mundiales ganados.
Los uruguayos se aprovecharon de un México que sigue debajo de sus expectativas. La victoria que obtuvieron ante Francia es un espejismo: simplemente la ganaron a esta desteñida versión de
Ese triunfo les evita a los aztecas la tragedia de quedar eliminados en primera ronda. Pasaron gracias al gol diferencia, un favor que le deben agradecer a Uruguay, que le llenó la maleta a Sudáfrica.
Los charrúas, en cambio, avanzan entre lujos. El de ayer fue el último: ganarle a México sin apuros ni complicaciones, con defensa de hierro pero sin cara de susto.
Es lo que más debe molestarle a Javier Aguirre. Puede perder, mas de otra forma: encimando al rival, complicándole los tres puntos, obligándolo a llegar al límite.
No fue eso lo que ocurrió en Rustenburgo. Uruguay aplicó una especie de automático para neutralizar a los norteamericanos; tensó las cuerdas durante 75 minutos y en la parte final ni siquiera vivió carreras ni drama. México se dio por vencido y entregó las espadas; en el último cuarto de hora parecía más probable un segundo gol charrúa, que en todo caso merecían.
El entrenador Tabárez simplemente demuestra que una casa resiste cualquier huracán si los cimientos son fuertes. Tiene una defensa carcelaria, represiva e intolerante. Para atar al Guille Franco no hace falta mucho, juega un Mundial desastroso, pero a Giovanny dos Santos y a Cuahutémoc Blanco no cualquiera los enjaula.
Luis Suárez, Diego Forlán y Edinson Cavani se encargan de acabados finales. Los otros ocho van al aserradero y cargan el camión; el tridente de ofensiva se pule con el barniz y la ornamenta.
A este Cavani, número siete, vale la pena seguirlo. Es un cometa junto a la banda derecha, el hábitat que encumbró a jugadores de leyenda como Garrincha. No solo en el cubículo del área grande es posible escribir maravillas.
Mientras Uruguay apretaba las amarras, México se perdía en un laberinto sin salida. Al borde de la asfixia, los aztecas pidieron clemencia: en el último tramo tuvieron que bajar a defenderse cuando era inminente el segundo gol.
El equipo de Aguirre careció de respuestas. Dispuso de control de balón, mas ya se sabe que el futbol es mucho más que eso.
Uruguay pasa a la otra acera sin sufrimientos. Ganó el grupo, está invicto y no recibió ni un solo gol. Tiene la garra de siempre, pero también disfruta de lujos.