La figura de Emilio Butragueño en el Real Madrid es de tal calibre que su santo y seña en el mundo del futbol bautizó a una generación de futbolistas blancos.
La quinta del Buitre definió una época brillante de los merengues, aunque se le escapó el título de la Copa de Europa (hoy Liga de Campeones).
La quinta cerró hace 10 años con el retiro de Sanchís.
“No entiendo porqué el futbol nos castigó tanto, llegamos a tres semifinales seguidas y en la segunda (1988) debimos ganar: eliminamos al Nápoles de Maradona, al Porto, que era el campeón, al Bayern Múnich, finalista que nos había eliminado (en 1987).
“Sin embargo, empatamos uno a uno con el PSV, en casa, y cero a cero, de visita, y no llegamos a la final, cuando era claro que éramos el mejor equipo de Europa.
“Al año siguiente, nos eliminó el gran Milan de Arrigo Sacchi, y bueno...”, reflexionó Butragueño, durante una entrevista ayer con La Nación.
El tremendo resbalón de la ausencia del máximo galardón de clubes en Europa no empaña, sin embargo, a uno de los grandes jugadores de España de todos los tiempos y el mayor emblema de los años 80 y parte de los 90.
No es descabellado calificarlo como el mayor
“Jamás me sentí el mejor del mundo; además, en mi época estaba (Diego Armando) Maradona, así que no tenía ninguna posibilidad”, comentó de excelente humor.
Aún conserva el mismo aire de muchacho, cuando se estrenó en el club merengue un día de febrero de 1984; tiene el mismo aire de aquel día mundialista de México 86, cuando dejó pasmados a los daneses con cuatro goles y puso en claro que era un jugador diferente.
No cambia, para nada, el sentimiento madridista.
“Sí me sentí privilegiado por estar en el Real Madrid y, aparte, soy socio del Madrid desde el primer día de mi vida, yo iba con mi padre desde que era muy pequeñito a ver todos los partidos”, recordó con regocijo.