Buenos Aires
Esas cosas de los representantes le escamotearon al futbol decenas de jornadas de gloria y brillo. Cesc Fábregas tenía apenas 16 años e integraba la categoría cadetes del Barça junto a Gerard Piqué y Lionel Messi. Su agente se le plantó al presidente Joan Gaspart: “Un millón de euros por año o me lo llevo al Arsenal”. En Barcelona le respondieron lo lógico: “¿Está loco ...?”
El acto siguiente fue un niño de 16 años viajando ¡solo! a Londres a firmar con su nuevo club. Y en ocho años de exilio londinense escribió un capítulo radiante en lo personal, pero se amputó una sociedad que prometía páginas de oro al futbol español y mundial: Cesc y Messi son casi un mismo ente futbolístico dividido en dos cuerpos: piensan, sintonizan y ejecutan el mismo futbol. Cuando una dupla de este calibre se junta, hay una fiesta de pases, paredes, goles, tacos, gambetas, lujos y triunfos. Ni siquiera necesitan mirarse, ambos ya saben dónde está el otro, si va a picar, cómo se la va a devolver, en qué lugar ... Intuyen casi genéticamente el pensamiento del compinche.
“Era un grupo extraordinario, con jugadores muy competitivos, auténticos ganadores. Con solo 15 o 16 años tenían la madurez de gente de 22 o 23. Ellos no hacían como el resto, que entrenaba entre semana para competir el fin de semana. Ellos competían entre semana para entrenar el domingo, con todo mi respeto hacia los rivales”, recuerda Álex García, entrenador de aquel juvenil azulgrana.
La parábola de Cesc volvió al punto de partida. Por 40 millones de euros el Barça acaba de recuperar a quien nunca debió soltar (o, para mejor decir, quien nunca debió irse). Y aunque recién tiene 24 años, ambos se perdieron ocho temporadas juntos, un crimen de lesa futbol.
Su retorno al Barça es una noticia excepcional para los hinchas del mundo. No solo porque volvió a juntarse con su compadre de “tomala a vos, damela a mí”, sino porque es rescatado de un equipo que venía en desintegración y en el que, finalmente, nunca pudo ser campeón de Liga. El manager aquel le hizo ganar un millón de euros desde los 16; también le arrebató toda la gloria que pudo haber vivido en el club donde nació y del que es hincha. “Cesc lleva al Barça en la sangre”, confió Messi.
¿De qué juega Cesc ...? Es una pregunta de difícil respuesta. ¿Volante derecho ... enganche ... centromedio ... delantero ...? Los cracks juegan de todo. Y bien. El sábado último, ante el Osasuna, entró como punta de lanza. Las órdenes de Guardiola, en su caso, no deben ser muy científicas: “Vos ponete por ahí”. Eso alcanza para una exhibición. Ya en la primera bola del primer partido (ante el Porto) mostró Cesc que no necesita adaptación al sistema ni a los compañeros. Llevó a la categoría de espejismo esos ocho años londinenses. No existieron, nunca se fue.
Si el trinomio Iniesta-Xavi-Messi deslumbró al mundo en las últimas cinco temporadas, frotémonos las manos para el cuadrado mágico que se viene. De los cuatro, quien va a palidecer ligeramente será Iniesta, un talento, sin duda, aunque de menos estatura futbolística que Cesc. Igual, uno no demerita al otro, se suman y complementan.
Técnicamente perfecto, de enorme personalidad para imponer el futbol que siente y que le inculcaron (el mismo que predica Guardiola), Cesc posee en su ADN lo que todo gran futbolista: el gol. Porque el auténtico crack siempre tiene claro el objetivo de este juego. No hay fenómenos sin gol. Si lo es, viene con red incorporada.
Para esta tarde, ante el Valencia, se anuncia otro recital barcelonista y del dúo. Al mejor equipo de la historia de este juego se agrega un intérprete estelar, que seguro refrescará la ilusión por festivales nuevos. Y nace una yunta de esas que el tiempo mantiene en cartelera para siempre. Como Pelé y Coutinho, como Bochini y Bertoni (créanme que fue antológica), Messi-Cesc promete lo máximo que se le pueda pedir al juego. En cuatro partidos juntos ya han anotado 13 goles (9 Lio, 4 Fábregas) y se han dado cuatro asistencias (3 del rosarino, una del catalán). Se buscan, hacen posibles geometrías imposibles en el área. El futbol debe expresarlo a coro: ¡Bienvenido, Cesc ...!