Con verdadera fruición, mi hermana Georgina sostenía en sus manos un muñequito de trapo que lucía el número 9 de Odir Jacques, goleador del Saprissa en los años 70.
Artista desde siempre, Geo hacía ella misma los muñequitos de trapo, vestidos de futbolistas.
Por cierto, una vez hizo uno del Herediano que yo obsequié a Roxana Zúñiga, reportera de radio Reloj en aquel entonces y, sobre todo, amiga y compinche de nuestras correrías universitarias.
Jóvenes, casi indocumentados y tan sin plata como ahora, Georgina y yo íbamos al Estadio Nacional o al Ricardo Saprissa a ver al equipo de sus amores (de los míos también, confieso, solo que con esta vaina del periodismo, el color morado se me fue pasando).
Pues bien, sentados en la gradería, con una bolsilla de sándwiches y un par de refresquitos en un maletín, mi hermana y yo nos dedicábamos a ver los partidos, sin más cuidado que estar alertas, para capearnos a tiempo el jugo de riñón que los pachucos lanzaban desde arriba.
Era otra época. Se podía asistir al estadio en familia. Además, era factible disfrutar del espectáculo con unos pocos pesos, sin morirse de hambre, dados los precios prohibitivos de los alimentos en los estadios en la actualidad.
Si de veras somos un pueblo culto, la decencia debe retornar a los estadios. Esta es una de las condiciones que los amantes del futbol tendríamos que pedir con energía a la Federación Costarricense de Futbol, a la Unafut, a los dirigentes de los clubes de la Primera División, a las autoridades.
En ese tema, hay que reconocer la política del Club Sport Herediano, que desterró de las instalaciones del estadio Rosabal Cordero a las nefastas barras bravas.
Ojalá los florenses mantengan esa medida de restricción y, lo más importante, que los demás clubes los imiten. ¡Que vuelvan las familias a las graderías!
Por favor, no más “ultras”, “garras”, “doces” ni otras pestes.
Sí es posible. El imponente espectáculo que vivió la afición futbolística el sábado por la noche en el Estadio Nacional, con motivo de la XII edición de los 90 Minutos por la Vida, fue una clara evidencia de que en Costa Rica es posible erradicar vulgaridad y violencia de los escenarios deportivos.
Cerca de 34.000 almas compartieron en una noche esplendorosa. Y una vez que terminó el acontecimiento, se observó el éxodo de miles de personas satisfechas, a lo largo del parque de La Sabana.
El torneo de Verano dará inicio el próximo domingo. ¡Que vuelvan las familias a los estadios!
¿Sería mucho pedir?
Tiempo y nostalgia. Con las manos crispadas, con emoción, una niña sostenía su muñequito de trapo, mientras apoyaba al equipo de sus amores.