El clásico más antiguo del futbol de Costa Rica –se juega desde 1921– renovó su añeja rivalidad con los aires de diciembre.
Con Herediano y Alajuelense sucedió como escribió Gabriel García Márquez en El amor en los tiempos del cólera: la cicatriz se hizo herida nueva.
Dimes, diretes, goleadas, expulsados, actos de contrición, polémicas, definiciones dramáticas y un etcétera futbolero, en los dos últimos años, le dieron un nuevo aire a la histórica rivalidad de rojiamarillos y rojinegros.
Heredianos y alajuelenses tienen hoy el primer round por el título del Campeonato de Invierno 2012, a partir de las 6 p. m., en el estadio Eladio Rosabal Cordero, sede florense.
Los florenses llegan como los campeones defensores, actúan como tales y hacen gala de una fuerza mental que no tiene otro equipo del país.
Ese plus es lo que permite entender cómo los monarcas pudieron sortear los inconvenientes de una errática gestión por parte de Roxi Blen y Mario Sotela, madre e hijo, respectivamente.
La falta de salarios y la incertidumbre acerca del futuro acerca del club fueron titulares indiscutibles en el Team.
Además, se sobrepusieron a un cambio de técnico: llegó Claudio Jara, toda una gloria de la institución, en lugar de Odir Jacques, quien los devolvió al podio luego de 19 años de sequía.
Como el futbol es también un estado mental, eso le permitió a los rojiamarillos solventar debilidades tácticas que acusó a lo largo del certamen.
Es en el aspecto táctico el punto en el cual reside la fortaleza de la Liga: su futbol puede que no encante a muchos, pero es tremendamente efectivo y sabe muy bien lo que hace.
Ojo: bajo el mando de Óscar Machillo Ramírez, los erizos cuentan con tres títulos, la que empieza hoy es su cuarta final en cinco torneos y se supieron recomponer tras quedar en la cuneta el Verano pasado.
Alajuelense llega con el hambre del retador a reclamar un lugar del que solo estuvo ausente un año.
El Team arriba a esta final a hacerse fuerte en una cima de la que se extravió por casi dos décadas: toda una travesía por el desierto.
Con las espadas en alto –esperemos que solo como metáfora–, ambos renuevan votos de rivalidad a partir de esta noche.