Al mismo tiempo, la ilusión florense se apagó finalmente. Su anhelado cetro 22 se esfumó otra vez. Y un barrido de lluvia empapó el alma de los perdedores.
En un ambiente inmejorable para el futbol, entre la tarde y la noche de un escenario hasta el tope de aficionados, Alajuelense se coronó campeón nacional ante un Herediano que fue un digno rival y finalista con méritos.
Quizás no podía ocurrir de otra manera. Tras 120 minutos de intensidad y equilibrio, el recurso de los lanzamientos de penal marcó un destino, en una de las finales más emocionantes que se recuerdan del futbol nacional.
Luego del 0 a 0 del primer enfrentamiento en este clásico provincial, el segundo encuentro quedó de nuevo empatado, esta vez 1 a 1, por lo que fue necesaria la vía de los penales y Alajuelense se alzó con el cetro, 4 a 3.
En la cerrada expectativa de una final, hay dos factores que influyen de manera determinante.
Por un lado, la emoción, la expectativa, el rugir de la multitud. Por el otro, el sentido del ajedrez; el rigor táctico que suele aplicar el músculo, al pie de la letra del libreto de los estrategas.
Mientras el destacado José Carlos Cancela movía los hilos del mediocampo, en gran alianza con el veterano Froylán Ledezma – en el punto más alto de su trayectoria–, la Liga se quedaba sin respuestas creativas en la cintura.
Ni Ov iedo, ni Valle, ni Gabas, lograban equilibrar el sentido del planeamiento que derrochaba el toque de Cancela.
Por eso no sorprendió la daga florense al filo del primer capítulo. Buen pase de Froylán, ejecución efectiva de Víctor
Sin embargo, el “viejo zorro” perdió a Núñez –relevo por lesión– incluyó a Bismark Acosta y, literalmente, la Liga se vino encima.
Cuando al cronómetro solo le restaba un minuto, el relevo Argenis Fernández, con pique de gacela, ganó la línea de fondo por la derecha y ensayó un centro directo que empalmó Pablo Daniel Antonio Gabas. Sí, con sus dos nombres y sus dos apellidos, pues Gabas descargó un misil imposible para Leonel Moreira, el arquerazo del Club Sport Herediano.
Luego vino el tiempo extra de 30 minutos y, finalmente, la precisión liguista por la vía de los penales.
Del 1 a 1 al 4 a 3. Oviedo acertó desde el punto blanco. Y el cielo rojinegro se encendió con el fulgor de la estrella 25. ¡Campeones!
En contraste con el festejo y la pirotecnia, un barrido de lluvia empapó el alma de los perdedores.